Tonia Etxarri-El Correo

Se le atribuye el lamento sobre la inclemencia meteorológica al diputado y poeta italiano Josué Carducci, del siglo XIX, que tanto predicamento ha tenido en nuestra política cada vez que se buscaba un responsable sobre el que descargar las contrariedades incontroladas. ‘Piove, porco goberno’ (llueve, puerco gobierno). Un aforismo doctrinal que se ha convertido en el comodín de los apuros. Pero como España se ha convertido en un país tan diferente en las dos últimas legislaturas, esta exclamación lapidaria y sarcástica ha dado un giro en su destinatario. No es el Gobierno el culpable de la mala gestión de una tragedia como la valenciana sino la oposición a la Moncloa. Esa oposición que gobierna en la Generalitat de Mazón. Ese gobierno autonómico al que el ministro Marlaska se refiere en tercera persona. Esa oposición que se travestiza y se convierte en ultras que se aprovechan del enfado y la desesperación de los ciudadanos que lo han perdido todo, incluida la vida de familiares y amigos y no están para recibir la visita de las autoridades después de haberse sentido abandonados durante más de cinco días.

La ira ciudadana, esa ira que vimos el pasado domingo en Paiporta y que el Rey Felipe VI y la Reina Leticia entendieron tan bien y que provocó la evacuación del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ahora se ha querido disfrazar, desde el Gobierno, de una provocación de la ultraderecha. Craso error. No están haciendo la lectura correcta de lo que ocurrió en la visita oficial a la zona cero de las inundaciones de Valencia. Porque el problema no fueron los alborotadores de ultraderecha sino los ciudadanos indignados. Lo cierto es que tiene muy mala prensa la evacuación del presidente del Gobierno mientras los Reyes aguantaban el tipo atendiendo las preocupaciones de los ciudadanos. Y arropándolos. Quién se fue, quién se quedó. Pero cualquier intento de darle la vuelta a la realidad puede acabar por perjudicar más la imagen de Pedro Sánchez. «Advierte a los ultras…», decían ayer.

Déjenlo ya. Dejen de agitar fantasmas. Si hubo infiltrados ultras que protagonizaron algunos incidentes que los detengan. Pero céntrense en los problemas de la gente en vez de victimizarse. Si no han sido capaces de calzarse las botas de agua, como hizo el socialdemócrata alemán Schröeder en las inundaciones de Sajonia, enmienden sus errores en la segunda parte de esta catástrofe.

Tiempo habrá para depurar responsabilidades. Por no asumir el Gobierno el socorro inmediato a una de las comunidades del Estado español en estado de shock y que está más cerca que Marruecos. Tiempo habrá para entender por qué el presidente valenciano tardó tanto en pedir ayuda.

Pero ahora hay que limpiar las calles, encontrar a los desaparecidos y enterrar a los muertos. Devolver la vida rutinaria a los supervivientes y ayudar a los damnificados. Al final, seis días después de la tragedia, el Gobierno declarará ‘zona catastrófica’ la afectada por la dana para acelerar ayudas. Podía haber empezado por ahí.