Carlos Herrera-ABC
- El ‘establishment’ progre europeo se enfada porque los americanos no votan lo que ellos les dicen
Cuando se descorren las cortinas del voto es habitual que no pocos analistas que antes de los comicios decían que las cosas no estaban claras digan ahora que estaba clarísimo lo que iba a pasar. Y que se encuentren rápidamente las explicaciones de un voto mayoritario, como si los votantes, junto a la papeleta, dejasen una suerte de manual de instrucciones que explicasen cosas que no hemos sido capaces de prever. Es el análisis a voto pasado en el que todos somos unos campeones. Ahora se ve claro que los norteamericanos padecían un notorio cansancio de su situación, que ha sido un error demócrata ignorar las cosas de comer en lugar de hacerlo con los célebres relatos de identidad que han blandido aquí y allí, que la inflación, la inmigración y la seguridad han sido los motores del mayoritario desapego con la presidencia demócrata –de la que la candidata Harris era parte activa– y que los perfiles dibujados del candidato Trump –fascista, machista, delincuente y tal– no han sido suficientes para desactivar a sus votantes, que por cierto han sido muchos, más de 71 millones. Lo inmediato es decir: claro, ¿cómo no pudimos verlo? Lo siguiente debería ser: convengamos que creemos que los estadounidenses son mayoritariamente como los habitantes de California o Nueva York y que no pocos ciudadanos de tractor y ‘pick-up’ no siguen las directrices de las élites europeas y españolas que dictan manuales de conciencia acerca de la sociedad diseñada ideal por los ‘wokistas’ de turno. Señalar antes de las elecciones que Harris era una atractiva nulidad era pecar de absoluta incorrección, y sin embargo los votantes se dieron cuenta de ello, al igual que comprobaron que Trump seguía siendo lo mismo que hacía ocho años cuando le ganó las elecciones a Hillary contra pronóstico. Trump ha dicho auténticas barbaridades en campaña, ha mentido, insultado, ha sido soez y despreciable… pero delante tenía una mediocre que no acertó con los temas de debate social, que no eran los problemas de género o de maternidades no deseadas, sino el galón de gasolina o la amenaza de las fronteras porosas. Así de sencillo. ¿Y eso era imposible verlo antes del recuento? Pues se ve que sí: quien más quien menos preveía posibilidades de triunfo de Harris y no pocos más confundían deseos con realidad. Una victoria del señor del pelo amarillo garantizaba, al menos sobre el papel, mucha más tensión mundial y no poca amenaza económica mediante el uso y abuso de los aranceles, pero eso a los gringos les importa mucho menos que a nosotros. Ahora el ‘establishment’ progre europeo se enfada porque los americanos no votan lo que ellos les dicen y les llaman a todos ultraderechistas (71 millones de ultraderechistas, madre mía), lo que aprovecharán algunos políticos muy parecidos a Trump, como Pedro Sánchez, para erigirse como el último valladar del progresismo y el muro ante el neofascismo, qué nos apostamos.
PD. He estado cinco días en EE.UU. hablando con unos y otros y yo creía que ganaba Harris.