Gaizka Fernández Soldevilla-El Correo
- Hace 35 años cayó el Muro de Berlín. En un efecto dominó se fueron derrumbando la mayoría de las dictaduras comunistas
El Muro de Berlín, que Alemania Oriental erigió en 1961 para evitar la fuga de sus habitantes a Occidente, no solo dividía una ciudad, sino que era la representación material del Telón de Acero. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa se había partido en dos. Al Oeste estaban los países capitalistas tutelados por Estados Unidos, que adoptaron la forma de democracias parlamentarias (aunque Portugal, Grecia y España no lo hicieron hasta los 70). Al Este, las dictaduras de corte comunista, la mayoría de las cuales seguían las directrices de la URSS.
Al igual que su rival, el bloque soviético no era homogéneo. Hubo tiranías totalitarias absolutamente desquiciadas, como la Albania de Enver Hoxha y la Rumanía de Nicolae Ceaușescu, pero también dictaduras menos duras en ciertos aspectos concretos, como la República Democrática Alemana (RDA). No se trata de edulcorar el Muro de Berlín (cínicamente bautizado por el comunismo como ‘muro de protección antifascista’), ni la represión de la disidencia, ni el papel de la Stasi, sino de introducir matices: según Dante, incluso en el infierno había diferencias entre los nueve círculos. Las particulares características de la RDA han quedado bien reflejadas en las recientes y excelentes obras que han escrito investigadores españoles como José María Faraldo (‘Las redes del terror’), Ibon Zubiaur (‘Estímulo y censura’) y Xavier Ramos Diez-Astrain (‘A través del Telón de Acero’).
Alemania era uno de los principales escenarios de la Guerra Fría y en algún momento, al igual que Corea, Cuba o Vietnam, estuvo a punto de convertirse en el detonante de la Tercera Guerra Mundial. Teniendo en cuenta el armamento nuclear que acumulaban ambos bandos, podría haber sido la última de todas.
A la postre, la Guerra Fría no desató el apocalipsis, sino que se cerró de una manera tragicómica. Debilitado por sus problemas internos, que la incompetente ‘nomenklatura’ fue incapaz de gestionar, el Bloque del Este se desplomó por sí solo. El principio del fin se empezó a escribir no por casualidad en la RDA, donde la creciente desafección popular se había manifestado a través de numerosas protestas pacíficas.
El 9 de noviembre de 1989 el portavoz del politburó del partido, Günter Schabowski, concedió una rueda de prensa en Berlín. Sus respuestas acerca de los cambios en la política de emigración de Alemania oriental fueron confusas. Aquellas palabras, que llegaron a los hogares germanos por medio de la televisión y la radio, se interpretaron como la derogación definitiva de todas las restricciones que la RDA había puesto a cruzar la frontera. Los hastiados berlineses del Este salieron a la calle y se agolparon ante el Muro exigiendo a las autoridades que cumplieran el ‘anuncio’ de Schabowski.
Al contrario de lo que había ocurrido en anteriores ocasiones, en las que no les tembló el pulso, ni los guardias fronterizos se atrevieron a disparar a la multitud ni sus superiores aceptaron la responsabilidad de dar la orden. Por la noche el comandante de un sector permitió a la gente pasar al otro lado. Aquella grieta se fue ensanchando hasta permitir la destrucción del dique. Los berlineses orientales cruzaron la frontera y se reencontraron con sus familiares y amigos de la zona occidental. La historia está perfectamente relatada en la recomendable exposición ‘El Muro de Berlín. Un mundo dividido’, que todavía puede visitarse en Madrid.
Al poco tiempo, en un efecto dominó, se fueron derrumbando otros regímenes comunistas. Apenas encontraron quien los defendiera: estaban carcomidos por dentro. Por desgracia, los tiranos consiguieron aferrarse al poder en países como China, Corea del Norte o Cuba.
Diecisiete años antes de la caída del Muro de Berlín, en 1972, los músicos Pablo Herrero y José Luis Armenteros compusieron la canción ‘Libre’ para Nino Bravo, que la interpretó de manera magistral. Fue uno de los mayores éxitos del cantante. Durante décadas se creyó que la letra aludía a la trágica historia de Peter Fechter, un joven obrero al que el 17 de agosto de 1962 las tropas fronterizas de la RDA asesinaron cuando intentaba huir al oeste.
En 2021, en Radio 5, Pablo Herrero negó que la muerte de aquel chico hubiese inspirado ‘Libre’. Franco «estaba todavía vivo. No teníamos que mirar a Alemania. Lo estábamos viviendo aquí. La falta de libertad era manifiesta». Creo que la confusión respecto al origen de la canción respondía al talento de los compositores: a partir de su experiencia personal habían sido capaces de crear un himno universal que sintetiza las ansias de libertad de todos aquellos que sufren una dictadura, sea del tipo que sea.
Para recordar a dónde no queremos volver, hoy nada mejor que escuchar ‘Libre’.