Olatz Barriuso-El Correo
- Con el nuevo estatus otra vez en segundo plano, la reforma fiscal y la incipiente negociación presupuestaria darán la medida del fervor nórdico de PNV y Bildu
Hay tanto ruido ahí fuera, máxime tras una semana de pasión tras la descomunal tragedia de Valencia que acaba con Mazón y su Gobierno en el alambre, que corren el riesgo de pasar desapercibidos pequeños hallazgos que retratan a la perfección el patio político vasco. Por ejemplo, el último artefacto de ‘marketing’ conceptual del Gobierno de Imanol Pradales: el Ministerio del Futuro. Nada que ver con el Ministerio del Tiempo, ese brillante hallazgo de ficción sobre funcionarios gubernamentales que viajaban de siglo en siglo, sino con Finlandia.
Pradales ha vuelto a mirar esta semana a los helados parajes nórdicos, referentes de cabecera también de EHBildu, para aclarar que el nuevo comisionado para la ‘Euskadi Berria’, con un presupuesto de 260.000 euros y dependiente de Lehendakaritza, está inspirado en ese ministerio finlandés, en realidad una comisión parlamentaria encargada de emitir informes que preparen al país para los retos venideros en sus múltiples vertientes: tecnológica, climática y democrática. La idea es sugerente –aunque se preste al regodeo de la bancada opositora dispuesta a afear al lehendakari la macroestructura de su Ejecutivo– pero lo es aún más lo que revela acerca del nuevo Gobierno y de los debates que marcarán la legislatura-
Pese a la maniobra de distracción con el nuevo estatus, que sigue girando en círculos con más pena que gloria en una ronda impulsada por Andoni Ortuzar discreta, inconcreta y aún inconclusa, donde el PNV, sus socios del PSEy las fuerzas de la oposición se la juegan de verdad es en las cosas de comer. Es decir, en acertar con la tecla al tomar decisiones o defender posiciones relacionadas con el criterio ideológico para gestionar el dinero público y con el reajuste de las vías para recaudarlo. El derecho a decidir, agitado por el PNV al inicio de su proceso interno, pasa, otra vez, a un segundo plano y los huevos están –casi todos– en la cesta de la incipiente negociación presupuestaria que arranca este lunes y de la reforma fiscal acordada por jeltzales y socialistas.
Lo fundamental es que, aunque PNV y PSE suman mayoría absoluta en el Parlamento vasco y en las Juntas Generales de Bizkaia, en Álava y Gipuzkoa necesitan del apoyo de terceros para dar luz verde a las Cuentas forales y a los retoques tributarios que vayan a aplicarse a partir de 2025. Y es ahí donde EHBildu ha visto el camino despejado para seguir con su estrategia, no ya de desdiabolización, sino directamente de beatificación. No se había visto tanta invitación al diálogo y tanto esfuerzo constructivo en Euskadi como en el blog de Pello Otxandiano. De hecho, la estrategia de mano tendida se repite pleno tras pleno, con un doble objetivo detrás: azuzar las contradicciones ideológicas entre PNV y PSE –de ahí el énfasis nada inocente de Otxandiano en aplaudir que el Gobierno Pradales asuma en su conjunto el «fracaso» de las políticas «neoliberales» y rectifique la línea de Urkullu– y reivindicarse como una fuerza moderada, responsable y casi, apurando, de Estado.
El informe Draghi
El giro al centro de la coalición soberanista es tan evidente que replicar las posiciones que el PNVha defendido en el pasado es ya, más que excepción, costumbre. Ha sucedido con su apuesta por el «gradualismo» en el nuevo estatus; con la estrategia para disputar a los jeltzales el monopolio de la interlocución vasca en Madrid y sucede ahora con el furor nórdico de la coalición soberanista, que en su carrera para dejar al PNVsin argumentos ha llegado a comparar su oferta de pacto global presupuestario en todas las instituciones, pese a las peculiaridades cuasiconfederales vascas, con la apuesta del informe Draghi por un liderazgo más fuerte y vertical en las instituciones europeas.
El portavoz de Bildu en las Juntas vizcaínas, Iker Casanova, lo ha dejado claro al plantear el debate fiscal no tanto en términos de armonización territorial sino de modelo: «¿Vamos a mirar a Ayuso o vamos a mirar a Dinamarca?», ha emplazado. Otxandiano, que vivió en Suecia y lleva a gala también el espejo norteuropeo, insiste en lo mismo. Tanto, que el lehendakari se vio en la necesidad de recordarle que Bildu se apunta al ‘hygge’ danés mientras Sortu firma un acuerdo de colaboración con el Partido Comunista de Cuba. En realidad, la contradicción no es tal: el puño en alto revolucionario es de consumo interno y la mano tendida y zen para los titulares.
Lo que de verdad está por verse es si el PNV, que rechaza de plano un acuerdo global, se atreve a pactar en todas las instituciones con su principal rival, el que aspira a sustituirle al frente de los gobiernos. O si en Álava podrá, como pretende, atraer al PP de Javier de Andrés, que ha puesto pie en pared y no está dispuesto a volver a apoyar gratis al tándem PNV-PSE, como ya hizo, sin réditos, en la investidura de Eider Mendoza en Gipuzkoa. Así las cosas, la pregunta es clara: ¿Van a mirar los partidos de verdad a tierras escandinavas y subir la presión fiscal, en su conjunto, a las clases medias, o van a alternar medidas de pedigrí progresista, como la limitación de las deducciones por vivienda, con otras que acaben aligerando la carga impositiva global? He ahí la cuestión.