Rebeca Argudo-ABC
- De manera intuitiva supongo que con ‘votar mal’ se refieren a votar a quien ellos no votan. O sea, a pensar diferente
Yo no sé si el triunfo de Trump vaticina una caída libre de las políticas DEI, de los movimientos identitarios y de eso que ha resultado tan pernicioso y que hemos dado en llamar ‘lo woke’. Lo que sí creo es que ha desvelado las carencias democráticas, íntimas e individuales de la ciudadanía. Dicho de otra manera: aquí todo el mundo es muy demócrata y está muy en la defensa de la libertad de expresión hasta que ganan las elecciones los otros y le mientan a la madre. Ahí les da el tic en el ojo, temblor de labios y se les dispara el nihilismo. Se acaba el mundo tal y como lo conocemos. Nubes negras: es el fin. Les da el alipori y se nos vuelven feudalistas. Los más sofisticados lo disfrazan mejor y hablan, flotando a dos palmos del suelo y con su cabecita por encima de las del resto, dándose golpes en el pecho de cómo el pueblo (ese grupo al que uno pertenece o no dependiendo de cómo continuará su propia frase y de si conviene) se ha equivocado. Un pueblo desilustrado, sin entendederas ni criterio, panda de zoquetes asilvestrados que no han comprendido nada y votan mal y se cargan ‘lo de todos.
¿Se puede votar mal? Si entendemos por ‘votar bien’ el hecho de votar en libertad a la formación política o al candidato que decidamos, en base a los criterios que para nosotros sean importantes y de entre todas las opciones legítimas posibles, parece complicado hacerlo mal. De manera intuitiva, pues, supongo que con ‘votar mal’ se refieren a votar a quien ellos no votan. O sea, a pensar diferente. Y, claro, un demócrata, uno que de verdad considera que este es el sistema político que mejor funciona (con sus cosicas), lo primero que debe respetar es la libertad de voto y, luego, el régimen de mayorías. Aun cuando la mayoría no piense como él o, especialmente, entonces. Porque respetar los resultados cuando son los que te gustan tiene poco de tolerante.
Así que malas noticias: si usted considera que la mayoría solo es legítima si coincide con su opción, usted no es demócrata. Como es más que probable que la palabra ‘totalitario’ no le guste, lo dejaremos en que es usted un demócrata de pacotilla. Uno de esos a los que se le llena la boca hablando de derechos y de avances y de la salud de la democracia y la separación de poderes y la justicia, la igualdad y la libertad, pero, en la práctica, detesta profundamente uno de los grandes y medulares valores democráticos: el pluralismo político.
Y el pluralismo político se defiende respetándolo. Respetando que el otro piense diferente y vote diferente. Sin criminalizar ni denostar sino todo lo contrario: defendiendo rabiosamente a aquel que expresa las ideas con las que no comulgamos. No porque estemos de acuerdo con ellas, sino porque estamos de acuerdo con su derecho a defenderlas. Es la única manera de que las nuestras puedan ser defendidas siempre.