Iñaki Ezkerra-El Correo

El estallido del ‘caso Errejón’ en la escena española ha coincidido con el estreno de ‘Un escándalo muy real’, la miniserie centrada en la fatídica entrevista que el príncipe Andrés de York concedió en 2019 a la periodista Emily Maitlis con el propósito de limpiar su imagen, dañada por su amistad con el magnate Jeffrey Epstein y por las declaraciones en las que una víctima de éste, Virginia Giuffre, acusaba al hijo de Isabel II de haber abusado de ella cuando tenía 17 años. Los tres episodios en que se liquida ese drama son encorsetados y ridículamente solemnes como el propio papel que encarna Michael Sheen (nada que ver con el magnífico Hugh Grant de ‘Un escándalo muy inglés’), pero sí sirve, sin embargo, para dar una idea de qué es lo que penaliza nuestra sociedad en los personajes públicos y de cuál fue el error que condujo a ese miembro de la realeza británica al ostracismo: su incapacidad para amagar una disculpa, la altivez de quien no se cree que eso le pueda estar pasando a él.

Sí. El azar ha hecho coincidir en el tiempo el ‘caso Errejón’ con la llegada de esa teleserie sobre otro jugoso escándalo, pero la relación entre ambos ‘relatos’ no es de similitud sino de un sutil carácter antitético. En el comunicado que dio a los medios el dimitido líder de Sumar reconocía un cierto grado de culpa. Es verdad que no llegaba a pedir perdón, pero sabía presentarse como una víctima (eso es lo importante), confesaba estar en manos de psicólogos y admitía haber vivido una escisión interior entre la persona y el personaje. Aunque pareciera un ingenuo que tiraba piedras contra su tejado y que no le favorecía ese insólito desvalimiento; aunque resultaran estrambóticas sus alusiones al neoliberalismo y al heteropatriarcado como causas de su conducta, en realidad estaba exponiendo una relación de atenuantes, adelantando su defensa y poniendo la mirada en el juez que podrá tocarle, no en los columnistas que harían escarnio de esos argumentos. Estaba, en fin, elaborando un ‘relato’ en el que no pasa por listo, que es por lo que siempre ha pasado, sino por inocente. Ésa es la clave de ese episodio. Si el príncipe Andrés hubiera contado una similar milonga, habría salido mejor parado.