- Cabe preguntarse si este aferrarse a la Vicepresidencia del Gobierno en España no es más que una manifestación de la inseguridad de Teresa Ribera sobre sus propias posibilidades. Si ella siempre dudó de que ese barco pudiera llegar a buen puerto
Recuerdo que en la catequesis de preparación para la Primera Comunión, que me fue impartida en la Obra Social Cultural Sopeña por una dama catequista llamada Rosa, te ejemplificaban el que no debías mentir diciendo que si faltabas a la Verdad aduciendo, por ejemplo, que estabas enfermo, Dios te podía castigar mandándote esa enfermedad. Comprendo que el ejemplo es un poco forzado, pero me he acordado de Rosa y sus enseñanzas al hilo de la crisis que afronta Teresa Ribera en su proceso de nombramiento como vicepresidenta de la Comisión Europea. Porque Ribera padece esta crisis por empeñarse en estar donde no debía seguir estando. Por seguir cobrando el sueldo de vicepresidente y teniendo las canonjías propias de ese cargo, cuando sólo debía ser en este momento un eurodiputado de a pie.
Aunque ya nadie se acuerde, Ribera encabezó la lista del PSOE al Parlamento Europeo el pasado 9 de junio. No es la primera vez que el cabeza de lista de un partido en esas elecciones es después comisario. Fue el caso de Miguel Arias Cañete en 2014 o el de Loyola de Palacio en 1999, por citar un par de ejemplos. Cuando te presentas a las elecciones y ganas un escaño, lo normal es aceptar la representación que se te ha otorgado. Salvo que tu resultado sea catastrófico y humildemente decidas abandonar la política. Opción legítima, pero que dista mucho del caso de Ribera. La lista de Ribera fue derrotada en las elecciones, pero obtuvo un resultado perfectamente digno. No obstante, ella optó por no tomar posesión del escaño y quedarse en Madrid como vicepresidente y ministra de Medio Ambiente. Todo un insulto al electorado. Así las cosas, el altísimo le ha castigado pillándola en el sitio erróneo en el peor momento posible. Su avaricia ha roto el saco.
Todo este escándalo en el que está envuelta sólo le ha tocado a ella por no estar donde tenía que estar. No tiene a quién culpar de su desgracia. Mazón no tiene competencias sobre el caudal de la cuenca del Júcar. Ésas son del Ministerio de Ribera y de nadie más. Y Núñez Feijóo ha plantado cara en el Partido Popular Europeo exigiendo al menos que no se diese el visto bueno a Ribera en la audiencia del pasado martes y exigiendo que el nombramiento quede condicionado al control del Parlamento Español a la ministra el próximo día 20.
Como eso puede ser visto en el Parlamento Europeo como un asunto puramente español, quizá convendría que también se resalte algo que en el contexto europeo se entiende a la primera: Ribera tiene una grave incompatibilidad para ser comisaria de Competencia. Su marido ha sido miembro de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Esas incompatibilidades saltan a la vista en Europa.
En fin, cabe preguntarse si este aferrarse a la Vicepresidencia del Gobierno en España no es más que una manifestación de la inseguridad de Teresa Ribera sobre sus propias posibilidades. Si ella siempre dudó de que ese barco pudiera llegar a buen puerto. Veremos.