Carlos Herrera-ABC

  • La táctica del silencio perpetuo acaba no funcionando por más que digas que vas a colaborar con la Justicia por no tener nada que ocultar

La pichona se calló. Pero no se cayó. Aguantó con un silencio arrogante, desafiante, el tiroteo de preguntas preceptivas acerca de hechos probados y evidentes. No descompuso ese gesto de quien desprecia profundamente a sus interrogadores pero sabe que debe sentarse en el sillón del sacamuelas, por muy intolerable que resulte. Quiso defenderse con dos lances de recibo bien estudiados: esto tiene intencionalidad política y todo es un puto bulo, con lo que yo me callo. Evidente resulta que quien juzga y condena es un tribunal, no una comisión de una asamblea, pero escenarios como el referido brindan una oportunidad de oro a quien quiere deshacer entuertos y hacer brillar su verdad: el cómo, el qué, el porqué, todo puede ser venteado con eficacia siempre que uno defienda inocencias cristalinas. Pero ese no es el caso. Ella, ‘la pichona’, según definición de una garganta profunda, no puede defender lo indefendible. Puede ponerse digna, decir que la persiguen por esto y por lo otro, asegurar que su esfuerzo de muchos años, su vida labrada, su dedicación y no sé qué más dijo, justifican su cátedra ‘fake’ y sus éxitos comerciales, pero todos sabemos que otros y otras que también tienen la misma vida labrada no son recibidos por presidentes de empresas cotizadas, no les facilitan gratuitamente un ‘software’, no les ofrecen dirigir una cátedra ni su firma avala a empresas que luego reciben suculentos contratos públicos. Esas son realidades objetivas que, de ella haber querido, podría haber debatido, rebatido, rechazado en la famosa comisión –aún bien de reconocer que no era el ambiente mas ‘friendly’–, además de haber desmontado todos los bulos que dice que planean sobre su cabeza como murciélagos impertinentes. No lo hizo. Guardó silencio igual que lo guarda ante el juez, pudiendo demostrar su inocencia en ambos territorios. Una comparecencia como la de anteayer es una gran oportunidad si quieres aprovecharla, batirte en duelo con tus argumentos como espada, una estudiada apostura de dignidad ofendida y hechos que demuestren lo falso de las acusaciones. El problema es que no podía hacerlo: lo dicho era irrebatible. Ella, como Él, consideran que esa es una conducta homologable, pero me temo que los diferentes códigos que aquí se violentan, el político y veremos si el penal, dicen lo contrario.

A Peinado creo que le da los buenos días y nada más. La esposa del caudillo piensa que el juez, al igual que la comisión de la asamblea madrileña, tienen objetivos políticos: en el caso de la asamblea acierta –jamás he conocido una comisión de investigación que no tuviera objetivos políticos–, pero en el caso del juez yerra. El juez no le persigue por ser esto o lo otro, y ello ha quedado demostrado por los apoyos explícitos de la Audiencia de Madrid y el rechazo de querellas por el TSJ del mismo lugar. La táctica del silencio perpetuo acaba no funcionando por más que digas que vas a colaborar con la Justicia por no tener nada que ocultar. Lo tienes, y está a la vista de todos.