Ignacio Camacho-ABC

  • El desenlace previsible de la presión recíproca entre populares y socialistas es que él se quede y ella salga elegida

Ése es el pulso. Un tuya-mía: o caen los dos o no cae ninguno. Que con alta probabilidad será ninguno porque ni Sánchez ni Feijóo pueden permitirse ahora entregar la cabeza de uno de los suyos. Ambos lo saben y tratan de encontrar excusas para no ceder sin que el adversario ceda antes. Caerán si acaso algunas figuras subalternas en las filas populares, y nadie entre las gubernamentales porque el sanchismo no contempla jamás la asunción de responsabilidades. Y a tirar todos para delante a la espera de que el próximo escándalo opaque el resquemor ciudadano por la generalizada pasividad ante la catástrofe.

A Mazón le favorece la dificultad objetiva de relevarlo en este momento. La ausencia de mayoría y la ruptura entre el PP y Vox exigiría un nuevo acuerdo que se barrunta incierto. A Ribera le protege el empeño de Von der Leyen por mantener vivo el frágil consenso europeo. Feijóo ha logrado que Manfred Weber –el democristiano alemán al que Sánchez vinculó con los nazis en el Parlamento– se sume a su esfuerzo por poner a Ribera en aprietos, pero el bloqueo de su candidatura no se puede mantener mucho tiempo sin que los socialistas dejen la Comisión en punto muerto.

La vicepresidenta del Gobierno no sólo se quitó de en medio en la crisis de la riada sino que lleva seis meses largos alejada en la práctica de la gestión de su ministerio. Su jefe del Gobierno le dio carta blanca para concentrarse en la preparación del ascenso, convertido en cuestión de Estado a todos los efectos pese a la existencia de un candidato alternativo (Luis Planas) mucho más competente y experto. Pero la dirigencia de Bruselas no se va a meter en eso, harta como está de que los partidos españoles eleven a la UE su perpetuo enfrentamiento interno.

El debate sobre la Comisaría de la Competencia deja indemne a Grande-Marlaska, cuyo departamento tiene la atribución, establecida en la ley, de declarar el estado de emergencia escamoteado en la catástrofe valenciana. El PP tenía que elegir una diana a la que apuntar y se la han ofrecido las circunstancias al cuadrar la comparecencia parlamentaria de Mazón con la votación de la Eurocámara. La táctica del equilibrio culposo ante una opinión pública estupefacta y cada vez más desengañada.

Las dos grandes fuerzas sistémicas están jugando con absoluta frivolidad al chiste del dentista. Se agarran la una a la otra por los puntos débiles con el objetivo común de salir de rositas mediante una mutua amenaza destructiva. La consecuencia evidente de esa negativa a depurar errores y negligencias sería en primer lugar una ofensa a las víctimas, y en segundo término una grave degradación de la dignidad política. La confianza en las instituciones quedará malparada si Mazón se queda y Ribera sale elegida. La irreparable destrucción de bienes y de vidas exige una respuesta distinta. La única posible en una democracia limpia.