Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • ¿Cuánto va a mejorar la situación gracias a las medidas fiscales adoptadas esta semana? Me temo que muy poco. Atacan algunos de los síntomas y alivian alguna de las carencias, pero la enfermedad que nos aqueja sigue ahí

Las reformas fiscales se suelen aprobar para acomodar la norma jurídica a la coyuntura. La fiscalidad recauda un dinero que es siempre insuficiente para cubrir unos gastos públicos que carecen de contornos y límites. Pero su formulación en normas concretas configuran el orden social y modulan el entorno económico. En el primero se busca una justa distribución de la riqueza, un concepto difuso y difícil de definir. Justa no es uniforme. Y ni siquiera lo fue en aquellos países que con mayor entusiasmo escogieron los sistemas comunistas. La aportación a los ingresos nunca es homogénea, pues las capacidades y los esfuerzos personales tampoco lo son y lo mismo le sucede a la distribución de los gastos. Influye sobre ellos las necesidades que conllevan las situaciones personales diferentes y, por supuesto, la condiciona el signo y la identidad de la ideología de quienes ocupan el poder.

Pero hoy quería comentar el impacto de las normas fiscales sobre la actividad y el empleo. Los impuestos lo gravan todo. Gravan la producción, gravan en especial algunos de los ‘inputs’ de la estructura de costes como la energía, gravan con distinta intensidad todo el consumo, gravan a las rentas del ahorro, a su acumulación en el patrimonio y a su traslación en sucesiones. Eso, los impuestos personales, que luego vienen los de las personas jurídicas, que gravan sus beneficios y, en algunos casos como en los extraordinarios de la energía y la banca, incluso a sus ingresos. Y si no está agotado le recuerdo los municipales, que gravan el consumo de agua, la recogida de basuras, la vivienda, etc. Supongo que me olvido de alguno, pero seguro que se ha hecho una idea cabal de su enorme influencia en el sistema económico.

De ahí que a la hora de juzgar reformas fiscales como la acometida esta semana por las diputaciones forales vascas resulte oportuno preguntarse si caminan en la dirección correcta, es decir en la solución de nuestros problemas. Para ello necesitamos contestar a otra pregunta: ¿cuáles son hoy nuestros principales problemas? No cabe aquí una análisis completo de nuestra situación, así que me conformo -y usted también, ¡qué remedio le queda!- con unos pocos datos que la reflejan.

Cuando se firmó el Concierto, en 1981, generábamos el 6,24% del PIB nacional, que subió al 6,3% en 2000, y en 2023 será el 5,7%

Los principales son la evolución del PIB y del ‘stock’ de capital. Es decir, lo que genera lo que tenemos. Cuando se firmó el Concierto, en 1981, generábamos el 6,24% del PIB nacional que subió al 6,3% en 2000 y cayó al 5,8% en 2022. En 2023 crecimos menos que la media y este año terminaremos de la misma manera, lo que apunta a un 5,7% como máximo. Lo del ‘stock’ de capital es peor, pues hemos reducido casi a la mitad nuestro peso en la economía española, lo que muestra a las claras la evolución de la inversión.

Ya sabe que el empleo va muy bien, pero quizá no el del sector privado, que ha crecido un 1,8% en la última década, muy poco en comparación con la evolución del empleo público que ha aumentado un 25%. Ya hay más empleados públicos que autónomos. Todo ello con un absentismo inexplicable del 5,8% en IT, que es líder en Europa y también con otras peculiaridades laborales como el mayor número de huelgas, entre el 40% y el 50% de las desarrolladas en toda España y unos salarios que fueron hasta hace poco los más altos y ocupan hoy la cuarta posición. Las pensiones van también estupendamente y disponemos de las más elevadas del Estado, aunque la parquedad de las cotizaciones nos crea un déficit superior a los 4.000 millones anuales que colma el déficit público español de manera generosa y nunca reconocida ni agradecida.

En cuanto al futuro deberían preocuparnos cosas como la pavorosa evolución de la demografía, los logros y los fallos, claro, del sistema educativo y la escasa afición por el emprendimiento provocada por la mala consideración social del riesgo empresarial y la excelente valoración de la seguridad del empleo público. El estudio GEM realizado por un grupo de universidades españolas y europeas nos coloca en el penúltimo lugar entre todas las comunidades autónomas.

Este resumen no es exhaustivo, en especial porque no cito las cosas positivas que tenemos. Me refiero al resultado final, porque la gran pregunta es ¿cuánto va a mejorar la situación gracias a las medidas adoptadas esta semana? Me temo que muy poco. Atacan algunos de los síntomas y alivian algunas de las carencias, pero la enfermedad que nos aqueja sigue ahí.