Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Si algo no es la economía es homogénea. Por eso es perfectamente compatible que unos sectores, por ejemplo los dependientes del turismo, vayan bien como consecuencia de la intensa afluencia de turistas, mientas que otros, como los suministradores de piezas para el automóvil, sufran en la actualidad debido a la atonía de la demanda europea. Y dentro de un mismo sector puede haber empresas que vayan bien y otras que padezcan según sean su dependencia del mercado interior, el peso de sus exportaciones y su distribución por países. Ayer hablaron los empresarios vizcaínos y su mensaje era todo menos alegre. Más bien se podría decir que se muestran alicaídos, molestos y decepcionados.

Están alicaídos por los apuros de la demanda exterior, muy afectada por el parón europeo en sectores claves, como el mencionado del automóvil que sufre también en España. Además de que nadie vea una recuperación sólida para el próximo año. Europa está mortecina y el panorama se torna oscuro. La industria europea, no solo la del automóvil, también la química o la dependiente de sus propias exportaciones se enfrenta a problemas de productividad y de ahí a carencias de competitividad y de ahí a dificultades en los mercados de exportación. Todo ello en medio de unos mercados fragmentados, muy regulados y castigados laboral y fiscalmente.

Están molestos por la actuación del Gobierno central, al que ven obsesionado con esto de la ampliación de derechos, decidido a imponer su voluntad por el medio que sea en materia laboral y fiscal, y poco sensible con los problemas que causa la excesiva mortalidad de las leyes que ordenan el marco jurídico en el que se desenvuelven y el daño a la estabilidad que eso supone. Menos mal que en muchas ocasiones no cuenta con los apoyos necesarios para sacar adelante sus propuestas en el Congreso debido a las fisuras de la coalición que le sostiene.

Y están decepcionados por la reforma fiscal vasca que se esperaban contundente -a su favor claro, es decir a favor de la inversión- y la ven corta de objetivos y falta de ambición en las medidas.

Muchos creen que estos lamentos son demasiado interesados como para ser tenidos en cuenta. ¡Qué van a decir los empresarios!, dicen los más comprensivos. ¡Que se aguanten!, repiten los más agresivos. Es un error. Por supuesto que son interesados. ¿Por qué razón no iban a serlo? Pero la consecuencia no es inocua, porque muchos de sus intereses coinciden con muchos de nuestros intereses. Si los empresarios no ven despejado el horizonte no invertirán, ni crearán empleo, ni garantizarán el futuro. El de todos. Si fuese solo el suyo…