Editorial-El Correo

  • Tras la primera fase del proceso de renovación interna, el partido afronta el desafío de resintonizar con una sociedad transformada

El PNV completa hoy la renovación de sus organizaciones territoriales con la proclamación de Iñigo Ansola y Jone Berriozabal como presidentes del partido en Bizkaia y Álava después de que María Eugenia Arrizabalaga asumiera el jueves las riendas del Gipuzku buru batzar en sustitución de Joseba Egibar, quien permanecía en el cargo desde 1987 con un paréntesis intermedio de cuatro años. El nacionalismo vasco procede así al mayor relevo generacional en su cúpula de su historia reciente, que se añade al emprendido en la mayoría de las principales instituciones bajo su control. Si bien se han impuesto con claridad los candidatos auspiciados por el ‘aparato’, el proceso ha sacado a la luz un heterogéneo sector crítico de cierto peso. Ni su aparición ni la anunciada puesta a punto de las bases doctrinales, programáticas y de funcionamiento interno en la asamblea general convocada para marzo son ajenas al acusado e inédito desgaste jeltzale en las urnas, que amenaza su hasta ahora indiscutida hegemonía en Euskadi por primera vez desde la escisión de la que nació EA.

Si de algo ha presumido durante décadas el PNV -y con razón- es de habilidad para tomar el pulso al sentir ciudadano y ejercer de faro de la política vasca. La notable y reiterada desafección hacia sus siglas en las últimas citas electorales confirma una imperiosa necesidad de resintonizar con una sociedad que ha experimentado profundos cambios, más exigente con la calidad de los servicios públicos, con menor influencia de lo identitario y que cuestiona como nunca la imagen de eficacia gestora de ese partido, de modo que la adhesión a él ya no es un dogma inamovible, sino sujeto a múltiples variables.

Los jeltzales están obligados a acertar en el diagnóstico de la situación y en la respuesta si quieren alejar el riesgo cierto de ser relegados del liderazgo por una izquierda abertzale normalizada pese a su turbio pasado. Aunque el horizonte esté despejado de elecciones a corto plazo, no andan sobrados de tiempo para que la suerte de refundación en marcha se plasme en nuevas políticas y en una nueva forma de hacer política para afrontar los grandes desafíos de Euskadi. A la espera de que Andoni Ortuzar deshoje la margarita sobre su continuidad en el EBB, los relevos encadenados al frente del Gobierno vasco, de las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa y ahora de las tres principales organizaciones territoriales dibujan con nitidez la apertura de un cambio de etapa en el partido.