Harry Lime le decía a su amigo Holly Martins en ‘El Tercer Hombre’: «En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco». Comparen el socialismo felipista con lo que ha venido después. Hay que hacer una salvedad: no hay en el socialismo de esta hora amor, democracia, ni paz y su resultado no es la banalidad del reloj de cuco, sino el estremecedor  retrato en negro que ofrecía ayer la portada de El Mundo: Pedro Sánchez en el centro, aureolado por sus secuaces (presuntos, claro): sus tres vicepresidentas, Calviño, Montero y Ribera; los ministros Ábalos, que ahora está en comisión de servicios en el Grupo Mixto, Marlasca y Ángel Víctor Torres y en representación del partido, el secretario de Organización, Santos Cerdán.

“Es mentira”, han dicho todos a una, anunciando acciones legales contra Aldama. Lo dijeron antes de haber podido conocer su declaración ante el juez Moreno. La unanimidad es en realidad la prueba de que la acusación es veraz. Ellos no sabían lo que Aldama dijo, pero sí sabían lo que ellos hicieron. Un abogado como Choclán no aceptaría trajinar con una mentira ante la Audiencia Nacional, ni el juez aceptaría excarcelar al intermediario sin creerlo. Si quedara alguna capacidad de raciocinio en las filas sanchistas habrían llegado a la convicción de que un tipo, un personaje, dijo Sánchez, como Aldama, guarda pruebas de sus comunicaciones, correos, grabaciones y otros testimonios de sus interacciones con la banda de Sánchez. Cómo no, todo es cosa de esperar un poco.

José Antonio Choclán es uno de los mejores abogados penalistas de España. Él fue defensor de Correa en lo de la Gürtel y sus conversaciones con su defendido fueron grabadas por Garzón. Él llevó al exjuez ante el Supremo, que lo condenó a 11 años de inhabilitación por prevaricador y lo expulsó de la carrera judicial. El error de Garzón fue interpretar como disyuntiva una conjunción copulativa. Establece el art. 51.2 de la Ley General Penitenciaria que las conversaciones de los procesados con sus defensas no podrán ser intervenidas “salvo por orden de la autoridad judicial y en los supuestos de terrorismo”. Esto es así porque los abogados de los terroristas comparten causa con sus defendidos, pero Choclán no es Txema Matanzas, ni siquiera Gonzalo Boye. Garzón interpretó que ‘y’ quería decir ‘o’ y consideró que con su orden ya valía.

“No va a aportar ninguna prueba, no hay nada” han dicho en Moncloa, con Mª Jesús Montero como prima dona. “No hay pruebas ni las habrá”, que dijo Felipe González, pero uno se teme que sí las habrá. “¿Quién va a creer a un delincuente?”, se pregunta la chusma de Sánchez. Pues depende de que el delincuente diga la verdad y Aldama nos ha mentido menos que el presidente. Tire el lector de su memoria y verá. Gana Sánchez por goleada.

Lo sorprendente es que no haya un socialista, un solo socialista que se plante por este descalzaperros, que diría mi buen Camacho. ¿Ni un afiliado, ni un votante?¿No hay un solo tipo decente en peña tan nutrida que le diga a Sánchez sobre la PSOE lo mismo que Don Luis Mejía a Don Juan Tenorio sobre Doña Inés: “imposible la habéis dejado para vos y para mí»? No lo hay. Recuerden a los 40 diputados de Guerra que se iban a plantar ante Zapatero por el desbarre catalán. No hubo ni uno.