- Tener que recurrir a tecnócratas con trayectoria cuando vienen mal dadas refleja lo que todos sabemos: el nivel de nuestra clase política es hoy bajísimo
Mazón ha despedido a dos consejeras, que ciertamente no estuvieron a la altura durante la catástrofe de las inundaciones (en lo que hace a sí mismo parece que se lo toma con más calma). Para intentar superar la crisis de desprestigio que sufren él y su gabinete, el presidente valenciano ha incorporado a su Gobierno autonómico a dos generales de imponente currículo, a los que pondrá al frente de las tareas de reconstrucción.
Recurrir a dos tecnócratas experimentados, en este caso salidos del mundo castrense, viene a evidenciar lo que todos sabemos: el nivel de nuestra clase política ha ido empeorando en este siglo y hoy en día es flojísimo (y según se va bajando en niveles de administración, cada vez se vuelve peor, porque hay menos donde elegir). La realidad políticamente incorrecta es que muchos de los ministros de los gabinetes de Franco eran eminencias profesionales y académicas comparados con tantos pelanas que hoy ocupan altos cargos.
¿Cómo es ahora la carrera tipo de un político español? Se trata de un chaval que se mete muy pronto en las juventudes de un partido, mientras va estudiando una carrera de las que no exigen precisamente quemarse los codos (digamos Políticas, Sociología, o Periodismo…, que a veces ni acaban). De las juventudes pasas a pequeñas tareas auxiliares en el partido, te vas metiendo en la cocina. El próximo paso es una concejalía. Si no eres muy lerdo, es relativamente fácil que tarde o temprano te conviertas en diputado autonómico ¿Próximo paso? El Congreso, o el Senado, la agradable cámara spa. Dado que no hay mucho donde elegir, incluso puede que acabes de ministro. ¿Por qué no, si ya lo han sido Ione Belarra, Irene Montero, Tito Garzón, Yolanda Díaz, la ministra sonrisa Isabel Rodríguez, Pili Alegría, o Iglesias Turrión, el vicepresidente más gandul de nuestra historia?
El Gobierno de Trump puede gustar o no, y ciertamente incluye algunas figuras excéntricas, como el hijo friki de Bobby Kennedy. Pero son personas que han hecho algo, presentan una relevante trayectoria que los distingue del común. Me arranca una sonririlla ver a pancartistas camiseteros de la izquierda española, que no saben ni pegar un pósit, poniendo a parir a Elon Musk, un tipo que ha logrado pasar de ser un niño acosado en Sudáfrica a convertirse en el hombre más rico en la meca del capitalismo y tal vez su empresario más creativo.
En España tenemos un problema: es rarísimo que se metan en política personas de gran trayectoria empresarial, o profesionales de primerísimo nivel, o intelectuales con peso y saber. Sobra pereza y cobardía y falta el compromiso con el propio país que muestran muchos empresarios estadounidenses.
En el mundo anglosajón, magnates con su vida ya resuelta -y la de sus hijos y nietos-, o gentes con un pasado académico o jurídico muy brillante, deciden en un momento dado contribuir a la sociedad desde la vida pública, practicando uno de los oficios más nobles e importantes cuando se oficia bien: el de político. Pero ese paso patriótico resulta excepcional en España. Nuestro país está lleno de importantes empresarios que se pasan el día rajando en privado de todo lo que se mueve y poniendo a parir a los políticos (no sin razón). Sin embargo, esos triunfadores no se mojan ni con agua caliente, e incluso verían como un desdoro servir a su país desde la política. La consideran una degradación que no está a la altura de sus eximios ombligos.
Parte del problema guarda relación con nuestras absurdas leyes de incompatibilidades, que obligan a todo aquel que quiera meterse en política a romper drásticamente con su vida profesional. Además, saltar al foro público supone convertirte al instante en una diana para el insulto y la difamación. Pero aun así, resulta lastimoso que no haya más gente eminente dispuesta a aportar desde la política.
Nuestra vida pública ha quedado en manos de apparatchiks que solo han vivido del partido, tipo Pachi López, el Pericles del Bocho. O de funcionarios, que carecen de la enriquecedora experiencia del mundo privado y que suelen andar cortos de creatividad y sobrados de tics burocráticos.
Mazón rellenó su Gobierno con lo que fue encontrando en su partido a nivel regional. ¿Resultado? Un equipo de aficionados, que podían colar para ir llevando al trantrán el día a día, pero que cuando llegó un reto formidable no dieron el nivel. Así que ahora, a recurrir a los generales, porque no encuentra en su partido personal capacitado para la tarea (empezando probablemente por él mismo).
Necesitamos que los mejores vuelvan a la política.