Carmen Martínez Castro-El Debate
  • El odio que les inspira Motos es muy superior al que les puede suscitar el más aguerrido y radical de los comentaristas de la derecha porque es el odio al disidente

El viernes pasado las noticias que marcaban la actualidad de la jornada en todos los medios de España eran tres: la confesión de Aldama, el paquete fiscal que el gobierno consiguió aprobar in extremis y el uso por parte de Putin de un misil hipersónico de nueva generación en Ucrania. Cada uno de esos asuntos tenía la suficiente enjundia para ser portada de cualquier telediario, pero Televisión Española decidió convertir en noticia el hecho de que uno de sus programas, el de Broncano, se hubiera quedado sin invitado la noche anterior. Ha sucedido ya en otras ocasiones, pero esta vez podían echarle la culpa a Pablo Motos. Y a tan extravagante empeño dedicaron la jornada con insólito entusiasmo.

Los medios hemos competido ferozmente por las exclusivas, los colaboradores, los invitados y las audiencias durante toda la vida, pero jamás se ha visto a un profesional digno de tan nombre lloriquear en público por haber perdido alguna de esas batallas. Estamos ante una evidente operación de propaganda: por una parte, se le pone sordina al escandalazo de la corrupción gubernamental, por otra se intenta levantar las declinantes audiencias de Broncano y criminalizar un poco más la figura de Pablo Motos.

Motos, sus hormigas y sus colaboradores se han convertido en la bestia negra de este gobierno y de sus palmeros desde hace bastante tiempo; hace un par de años el Ministerio de Igualdad lanzó un anuncio contra él y después de aquel señalamiento todo progre que se precie se ve obligado a vilipendiar en público a Motos para hacer méritos ante su parroquia.

Lamentablemente para la derecha, El Hormiguero no es un producto de su nicho cultural. Nació en Cuatro, cuando Cuatro era la televisión del grupo Prisa. Luego pasó por Mediaset y ahora es uno de los baluartes de la parrilla de Antena 3. Su éxito fue tan grande que los políticos se pirraban por sentarse a hacer unas risas con Trancas y Barrancas. Todos fueron a El Hormiguero a buscar votos, pero la izquierda descubrió un día con pavor que Pablo Motos no solo es un entrevistador amable, también es una persona con opiniones independientes. Ahí se acabó el idilio y comenzó el acoso.

El odio que les inspira Motos es muy superior al que les puede suscitar el más aguerrido y radical de los comentaristas de la derecha porque es el odio al disidente, al que ha sido capaz de abandonar el rebaño y de señalar con su dedo al rey desnudo. Le odian tanto porque su independencia de criterio les resulta letal; es la prueba de que una parte de la sociedad no se deja secuestrar por la dialéctica del muro, que sigue viendo mentira donde hay mentira, corrupción donde hay corrupción y abusos donde hay abusos. Que la izquierda haya convertido a Pablo Motos y El Hormiguero en un enemigo a batir solo confirma la deriva desquiciada que ha experimentado con el sanchismo.

Ahora que todos los odiadores de izquierda están huyendo ofendidos de Twitter o X, quizá quienes permanecemos en la red podamos quedar liberados de este tipo de campañas mezquinas y pueriles. Y cuanto a Broncano, mejor haría en quejarse menos y dedicar parte del jugoso presupuesto que le pagamos con nuestros impuestos a mejorar su equipo de producción.