Imma Lucas -Vozpñopuli
El asco que produce este etarra jubilado, Urrutikoetxea, resulta insoportable
Al menos 379 familias, según el Ministerio del Interior, viven en España sin saber qué criminal etarra sesgó la vida de su ser querido. Las respuestas a cada uno de estos asesinatos las tiene el dirigente que accedió a una entrevista en profundidad por el periodista Jordi Évole: Josu Urrutikoetxea. Él tiene todas las respuestas, pero no las dio perpetuando el dolor de esas familias, también de los supervivientes. Un documental presentado hace un año para el que no había encontrado la calma necesaria para ver desde una mirada más profesional que personal, más objetiva que emotiva.
El asco que me produjo Ternera por todos aquellos a los que asesinó, por las vidas que masacró, por no pedir perdón, fue insoportable. Transmitió la idea de que los etarras morirán reafirmados en la idea de que su causa fue justa y necesaria. Pero, a los demócratas no nos callaréis, Urrutikoetxea. Por ello, para no silenciar ni la verdad, ni el horror que causasteis, sin sentido, necesitamos cuantos más documentales mejor para recoger vuestros testimonios pestilentes, vuestras palabras del horror, vuestra prepotencia, ver cómo os lográis sentir aun habiendo proclamado el fin de ETA hace más de 13 años, por encima del resto de españoles. Por encima de cualquier persona que no piense como vosotros. Un etarra jubilado firme en sus convicciones, en su ideal de un País Vasco independiente mediante el crimen y el asesinato, a lo largo de toda la entrevista muestra su disconformidad a que le llamen “Ternera”. Cierto, con un simple asesino –no animal que son seres nobles-, con un Josu el asesino bastaba.
El asesino Urrutikoetxea sólo le diría lo siento, no le pediría perdón, como no lo hizo durante todos los minutos de la entrevista en la que el etarra solo produce náuseas. Sólo afirma que matar no está bien, que lo siente, pero justifica lo injustificable, sin pedir perdón
Coincide que veo el documental en la semana en la que se han cumplido 23 años del asesinato de una noble persona que también estaría jubilada, que sin problemas se sentaría frente al jubilado y asesino Urrutikoetxea. Un partidario del diálogo por excelencia, líder demócrata, al que jamás le amedrentaron, quedando sus palabras en la hemeroteca de nuestra democracia cuando se dirigía a la izquierda radical en un mitin en tierras vascas. “Gritar más que gritáis poco, porque mientras gritáis no mataréis”. Era Ernest Lluch, ministro de sanidad bajo la presidencia de Felipe González, nacido en Vilasar de Mar, en la bonita comarca catalana del Maresme, a quién ETA asesinó de dos disparos en el garaje de su casa, en Barcelona, cuando sólo contaba con 63 años y una jubilación por delante.
El asesino Urrutikoetxea sólo le diría lo siento, no le pediría perdón, como no lo hizo durante todos los minutos de la entrevista en la que el etarra solo produce náuseas. Afirma que matar no está bien, que lo siente, pero justifica lo injustificable, sin pedir perdón. Sólo escuchándoles, a estos asesinos, logramos que ellos mismos se retraten, que permanezcan en la hemeroteca del horror vivido sufrido en este país. Para Urruitikoetxea, el 21 de noviembre de 2000, fue un día más de un año más, para la familia de Lluch fue el dia que perdieron al padre, al tío, al abuelo, a la persona por el simple hecho de, en democracia, defender sus ideas sin causar daño alguno más que el que puede producir la palabra. No hay perdón sin justicia, sin la justicia que ponga nombres y apellidos a los casi 400 casos de asesinados por ETA sin resolver. Esos casos pendientes que el mundo etarra, desde la jubilación, desde el exilio, desde los últimos días de cumplimiento de condenas en prisión, desde el anonimato, ayudara a resolver daría algo de sosiego al terror y al dolor y el llanto provocado en centenares de familias de este país.
La única vida que ha respetado
No se mata por pensar diferente, no se mata por querer diferente, no se mata. No, ni Ternera el asesino, ni ningún etarra, conocen el mandamiento de “No matarás”, porque descreen de los valores democráticos, porque la única vida que han respetado ha sido la suya propia y la de los suyos. Lluch, en el arte de la palabra ganaría por goleada al patético Ternera. Una pena que no se pueda producir esa conversación, ese cara a cara, esperemos que en algún momento esas 379 familias tengan la respuesta que necesitan. Este país se lo debe.