Miquel Giménez – Vozpópuli
- Es molesto, siempre te pueden preguntar algo que no te guste a pesar de que quién pregunta sabe muy bien que se juega la pitanza
Que tenemos a buena parte de los periodistas españoles dotados de una educación exquisita, sin duda adquirida en Oxford, Cambridge, La Sorbona o los Cursos de Corte y Confección CCC, es algo indiscutible. Su manera de tratar a los mandamases, pocos, que se someten a esa cosa tan desagradable que supone plantarse ante la canallesca y dar explicaciones es de una cortesía digna del más refinado de los mandarines orientales.
Así y todo, salvo excepciones como Vito Quiles o Javier Negre a los que maltratan políticos y supuestos compañeros por igual, el formato de rueda de prensa se les hace fatigoso a nuestros gobernantes. Es molesto, siempre te pueden preguntar algo que no te guste a pesar de que quién pregunta sabe muy bien que se juega la pitanza. Nuestro amado presidente, con esa benévola intención que guía sus pasos y sin duda aconsejado por esa moderna reencarnación del prudente Néstor que es Patxi López, está acostumbrándose al modelo de comparecencia.
Es decir, me planto delante de una cámara, digo lo que me venga en gana sin periodistas y ¡hala! que lo emitan en todas las televisiones. Es evidente que la comodidad es para todos. Para el político en primer lugar, pero también para periodistas y medios que se ahorran el viaje, lo que no es moco de pavo tal y como se está poniendo el coste de la vida por culpa de la pandemia, la guerra de Ucrania, la pertinaz sequía todo sumado a la pérdida de las colonias en el noventa y ocho.
De ahí que en un futuro próximo se acaben las ruedas de prensa y, por tanto, las explicaciones a los medios de comunicación. Bien, estas últimas hace tiempo que desaparecieron por cobardía de quienes deberían pedirlas desde los medios, pero a lo que vamos, nadie llorará por no tener que acudir a una rueda de prensa en la que tu preguntas por peras y te contestan, si te contestan, hablando del Aconcagua y su fauna. También evitará que la gente de la calle deba estar pendiente de si se ha dicho tal o cual cosa.
El gobierno sabe que explicaciones, pocas. ¡Anda y que el Caudillo iba a dar ruedas de prensa tras un consejo de ministros en el Pazo de Meirás! Y como quien más calla menos mete la pata, lo mejor es no hablar y mucho menos delante de esos plumillas que, aunque muchos estén vendidos al oro de Delcy, nunca se sabe. El problema es qué hacer ahora con tantos periodistas “acreditados” y tantas salas de prensa con su atril, su bandera, sus sillas, su megafonía y su todo. Modestamente, creo haber encontrado la solución: reconvertir esos espacios en bingos y a los periodistas en bingueros. Así pues, Patxi López iría cantando las bolitas que van saliendo del bombo – con derecho a espetarle a quien le pregunte si puede repetir el número con un “¿Y a ti que te importa?” mientras los periodistas apuntan en sus cartones. Científicamente hablando, tendría más seriedad que lo que apuntan ahora.
¿Pero qué pasará cuando suceda algo de relevancia nacional? Almas de Dios, ¿por qué se inquietan? Pasaría lo mismo que con la pandemia, los casos de presunta corrupción, la DANA, lo que sea: aparecería por televisión Sánchez largándonos un rollo sin nadie que le pregunte, escribiría una carta a los españoles, no acudiría al Congreso a dar la cara, sustituyéndolo Boloñesa Bolaños, y con eso, un par o tres de portadas de Lopaís, cinco especiales de Franco en la Sexta y todos los tertulianos lanzándose a degüello contra Ayuso exigiendo su dimisión porque ella mató a la madre de Bambi, ya estaría. Ayyy, inocentes…