Diego Carcedo-El Correo

  • No es fácil en las familias y mucho menos en la política donde se disputan el poder, sus prebendas y la vanidad de los protagonistas que incluso acaba generando odio

Llegar a entenderse entre personas que piensan o ambicionan lo contrario no es fácil, ni siquiera en las familias y mucho menos en la política donde se disputan el poder, sus prebendas y la vanidad de los protagonistas que incluso acaba generando odio. Pero es posible, con buena voluntad de respeto a las diferencias y, por supuesto, cuando entran en juego intereses de algún tipo, se hace de tripas corazón y se acaba pactando a veces contra la propia naturaleza del problema que se disputa.

Lo hemos comprobado estos días pasados en el ámbito político comunitario donde las diatribas sobre la DANA que causó tantos daños en Valencia, llevó al Partido Popular a arrastrar a sus colegas europeos a vetar el nombramiento de la socialista Teresa Ribera como vicepresidenta de la Comisión para el medio ambiente, materia de la que es ministra de Pedro Sánchez y se considera que es apropiada para dirigir esa materia cada día más importante.

El veto implicaba nada menos que el fracaso de la formación de la nueva Comisión, que presidirá la alemana reelegida Ursula von der Leyen, apremiada en las negociaciones por la fecha límite para su Constitución y entrada en funcionamiento. El desencuentro, que puso a prueba a lo dos líderes rivales españoles, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, y sus afines europeos, fue duro y afectó durante varios días a la diplomacia comunitaria.

Pero al fin todo se arregló… cediendo, que es un recurso imprescindible para que la vida discurra con cierta normalidad. Sánchez, que cada vez que habla es para culpar y atacar a los partidos conservadores que no forman parte de su entramado de mayoría independentista, los uniformiza y desprecia como activistas de la extrema derecha, ideología que está creciendo en Europa de manera preocupante para la Unión y la democracia. Pero en este caso, no dudó en ceder y hacerlo con generosidad insólita ante ellos sin importarle sus ideas y objetivos.

A cambio de Ribera en el puesto a que aspiraba, los socialistas españoles se pusieron de acuerdo con el PP europeo y los liberales para ofrecer a cambio a los candidatos de partidos ultras apoyos para otros puestos en la Comisión, uno del partido de Meloni en Italia y otro de Orbán en Hungría, los dos Gobiernos comunitarios en poder de la ultraderecha añorante de Mussolini.

Sánchez ya nos tiene acostumbrados a los españoles a cambiar de promesas y proyectos y su cesión en el trueque no sorprende. Alegra, por supuesto, que esté dispuesto a hablar y entenderse con sus rivales y, visto lo cual, nada sorprendería que un día llegue a algún acuerdo con VOX, el partido también que aspira a retrotraernos a los tiempos de la Inquisición.