Si me hubieran preguntado durante el Congreso de los Imputados quien iba a ser el nuevo secretario de Estado para la Comunicación habría respondido, incluso habría apostado por ello, que Ion Antolín. Bueno, habría apostado un par de euros, que todo en el número uno es imprevisible y con él no se puede estar seguro nunca de nada. Ni siquiera de que mienta. Habría predicho que Antolín por causa de la tradición. Tiene Sánchez una querencia inexplicable por rodearse de gente de su nivel intelectual y moral. Esto no le pasaba al ejemplo más acabado de autócrata que yo haya conocido. Franco no temía fichar a personas más inteligentes, si quieren comparamos nombre a nombre. A él le bastaba con dejar claro quién mandaba.
Pero lo del Uno con sus portavoces es de nota. Tiene en el partido a Esther Peña, en el Gobierno a Pilar Alegría, en el Congreso a Patxi López. Antes que a Patxi tuvo a José Luis Ábalos, Antonio Hernando y Adriana Lastra. En la Ejecutiva Federal a Oscar Puente y Felipe Sicilia y en Gobierno a Isabel Celáa, Mª Jesús Montero, que era el grado cero de la expresión oral e Isabel Rodríguez, no hay quién dé menos.
En lo institucional debutó con Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación en su primer Gobierno. Lo sustituyó por Francesc Vallès, que no era periodista, y a éste por Ion Antolín.
Miguel Angel Oliver fue el primero. Nombrado presidente de la Agencia Efe ha tenido recientemente dos momentos de gloria: el bulo del choque de un helicóptero contra la Torre de Cristal y la muerte apócrifa del escritor Fernando Aramburu, dos hechos inéditos en la historia de la agencia. Pero lo suyo empezó con su nombramiento. Aquel mismo día manifestó en X, que entonces se llamaba Twitter: “Día de gran emoción! El Gobierno de @sanchezcastejon comienza a trabajar al servicio de los intereses generales de España”.
Mención aparte merece su gestión en la Secretaría de Estado: Él contrató a la empresa alemana Plagscan para desmentir las acusaciones de plagio que empezaban a ser clamor sobre la tesis de Pedro Sánchez. Su versión, de que la tesis solo contenía un 0,96% de coincidencias con otros textos fue desmentida radicalmente por el CEO de Plagscan, Marcus Goldberg, que elevaba el porcentaje del plagio hasta el 21%. Él fue el autor del procedimiento para dar la palabra y la pregunta en las ruedas de prensade Moncloa a periodistas amigos y negársela a los otros.
Ion Antolín es el campeón de todos ellos. Él, como jefe de prensa del PSOE, hizo de chevalier servant a la catedrática imputada, la llevó a no declarar ante el juez Peinado entre la barahúnda policial que Marlasca dispuso en la plaza Castilla con propósito disuasorio. También la acompañó a hacer la esfinge en la comisión del Senado. Más sectario que ninguno y dado a expresarse en esa unidad de pensamiento que para las almas simples es el tuit, se embraguetó con todo quisque haciendo alarde de malos modos: en su respuesta al periodista Joan Guirado, que había llamado a Oscar Puente ‘el Rubiales de la izquierda’: “Borra esto inmediatamente”. O su amenaza a Risto Mejide: “¿Era necesario poner lo de los datos personales? Como comprenderás, no vais a tener a nadie del PSOE mientras de mí dependa”.
Ya está dicho: a su imagen y semejanza. Nos esperan días de apocalipsis y trompetas.