Juan Abreu – Vozpópuli

  • Poco falta ya, a tenor de su entrada triunfal en el escenario del Congreso socialista, para que Begoña sea convertida en Santa Evita

El Estado español semeja un enorme animal consumido por los parásitos liderados por los pastores de parásitos más funestos de la historia democrática española. Legiones de parásitos mayores, medianos y menores, creados, alimentados y dependientes de los principales pastores (y dueños) de parásitos, de la Nación española. Me refiero, naturalmente, a los partidos PP y PSOE. Los sindicatos y los gobiernos de las diecisiete granjas de parásitos, o autonomías, tienen cierta importancia como conductores de rebaños de parásitos, pero nunca al nivel de los partidos PP y PSOE. Gestores indiscutibles del sistema parasitario que hace que el Estado español parezca un animal en vías de putrefacción moral.

Todo esto se pudo apreciar con la mayor nitidez en el recién concluido Congreso del PSOE celebrado en Sevilla. Que un partido político con millones de votantes y en vías de colonizar completamente el poder judicial, ejecutivo y legislativo, cante con el puño en alto el himno comunista basta para definirlos y basta para que cualquier persona decente sienta un profundo desprecio, no sólo por sus líderes, también por sus votantes. Yo, por no ir más lejos. ¿En qué charca de abyección moral hay que vivir para celebrar y aplaudir como esclavos cubanos o norcoreanos un partido y un líder que se reconoce (de ahí el himno y el puño en alto) heredero de una de las sectas ideológicas más despiadadas que ha padecido la humanidad? Es una pregunta retórica, por supuesto. La charca es profunda como una sima abisal, y pestilente como una fosa en la que se pudren millones de cadáveres.

Cada día que pasa las palabras de Simone Weil se hacen más actuales y pertinentes:

“Un partido político es una máquina de fabricar pasión colectiva; un partido político es una organización construida para ejercer presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que lo componen; el primer y, en última instancia, único fin de todo partido político es su propio crecimiento, sin límite alguno”.

“El crecimiento material del partido se convierte en el único criterio según el cual se define el bien o el mal en cualquier asunto. Exactamente como si el partido fuera un animal al que hay que engordar y todo el universo hubiera sido creado solo para hacerlo engordar”.

“Los partidos son organismos públicos, constituidos oficialmente para matar el sentido de la verdad y la justicia en las almas”.

“Es inevitable, de hecho, que el partido sea en sí mismo su propio fin”.

El Líder y Macho dominante

Amén de su impúdica alineación con los más grandes asesinos del Siglo XX, los comunistas, a mí, por motivos obvios, me inquietó especialmente el ambiente del Congreso del PSOE, porque recordaba el de las asambleas y celebraciones que el castrismo organizaba, y sigue organizando, en Cuba. El mismo culto baboso (baba erótica) al Líder y Macho Dominante, la sumisión cerrada, cerril, descerebrada y gansteril al Jefe, al Uno, al Pastor Supremo del destino de los parásitos pastoreados. Y, he de decirlo, tanta genuflexión, tanto andar ideológico a cuatro patas, tanta promiscuidad y abandono voluntario de la libertad de expresión y de opinión individual, me hizo pensar en el ambiente de un club de alterne. Y uso la imagen con toda intención, porque a mi parecer, Sánchez ha ido mutando de hábil politiquero inescrupuloso a chulesco malevo de prostíbulo. Han repudiado (o eso parece) a Ábalos y Koldo, pero cada vez se parecen más a ellos. Y poco falta ya, a tenor de su entrada triunfal en el escenario del Congreso socialista, para que Begoña sea convertida en Santa Evita.

  • La política siguió y seguirá por su carril autorreferencial, que no coincide con la realidad, ni con los intereses de la ciudadanía. Ni falta que le hace mientras disponga de sus legiones de parásitos

Ha pasado más de un mes desde que una riada mató a más de doscientas personas en Valencia, y trajo ruina y desolación a muchos miles. A la luz de lo que se conoce hasta ahora, se puede concluir, y concluyo, que la responsabilidad de lo sucedido es atribuible a la ineficiencia, la desidia, y la irresponsabilidad de los políticos. Si hubieran hecho su trabajo (servir, ante todo, al bien público) se podría haber evitado la desgracia en gran medida, o incluso totalmente. ¿Y qué repercusiones ha tenido en la política española esta tragedia? Pues amén de un mar de palabrería huera e infame y trifulcas cuyo fin es eludir responsabilidades, encubrir la culpa y tapar la porquería partidista, nada. La política siguió y seguirá por su carril autorreferencial, que no coincide con la realidad, ni con los intereses de la ciudadanía. Ni falta que le hace mientras disponga de sus legiones de parásitos.

Cuando una doctrina política logra convertirse en un negocio (digamos el cambio climático, las políticas woke, el mujerismo, el negrismo, el ltbgiqismo, la normalización del tratamiento y eventual mutilación infantil y juvenil trans, o el progresismo), y consigue además ser parte de la política de inversión de grandes empresas y de gobiernos, convirtiéndose así en una cuantiosa fuente de ingresos para la burocracia funcionarial, la tupida red clientelar de los Partidos y Sindicatos, los activistas profesionales y para muchos otros tipos de parásitos del sistema, es prácticamente imposible derrotarla. Y es así que se hace fuerte y avanza a lomos de ese magma parasitario que ella misma engruesa y genera.