Iñaki Ezkerra-El Correo

Fue una señal de que la cosa no iba bien, de que habíamos ingresado en una época sombría. Hablo de ‘Toni Erdmann’, la película más celebrada en 2016. Ganó una veintena de premios internacionales y quedó nominada para otro tantos. Los jurados se deshacían en deprimentes elogios al mejor guión, a la mejor dirección, al mejor actor, a la mejor actriz… Se rendían ante un supuesto humor que yo no veía por ninguna parte. Lo que pude ver solo me inspiró desazón y el apremiante deseo de pirarme del cine. No lo hice porque cometí el error de sentarme en una butaca situada entre una horrible pared y una larga fila de espectadores a los que debía hacer levantarse. Desde aquella angustiosa experiencia, pido siempre las butacas que se hallan al borde del pasillo para, en caso de emergencia, o sea, de un ataque de tedio como el que sufrí aquel día, poder escapar a la calle.

Los protagonistas eran dos: una mujer joven que tenía un alto puesto ejecutivo en una empresa alemana aterrizada en el Bucarest postsoviético y su peculiar progenitor, un gandul estrafalario y espeso que a su edad iba aún de bohemio y que estaba convencido de que la chica no era feliz con su éxito. Ésa era la razón por la cual se proponía salvarla y enseñarle el verdadero sentido de la vida a base de hacer el ganso e irrumpir en su trabajo ataviado con una absurda peluca, unos dientes de broma y hasta un disfraz de oso. Lo irritante de ese bodrio cinematográfico es que presentaba como progresista y liberadora lo que era una brutal falta de respeto hacia la hija, a la que ese tipo consideraba una menor de edad mental, y avergonzaba delante de sus jefes, clientes y compañeros de trabajo. Era, en fin, un homenaje al maltrato que suscitó un incomprensible entusiasmo, hasta el punto de que se anunció un ‘remake’ a la americana y Jack Nicholson pidió encarnar esa triste figura paterna quitándole el papel a Bill Murray, que se lamentaba de ello en los periódicos. Incomprensiblemente también, el ‘remake’ nunca se llevó a cabo. El primero que se echó atrás fue el propio Nicholson. Pero hoy observo que la realidad es ese ‘remake’ que nunca se rodó. Toni Erdmann ha vencido. Y yo sigo sin poder escapar de mi asiento.