Óscar Monsalvo-Vozpópuli
En los próximos años veremos muchos sustos a las democracias formales europeas
Las elecciones americanas son un acontecimiento irrelevante en comparación con lo que está ocurriendo en Rumanía, mucho más importante para el futuro de Europa, del mundo y de la democracia que la victoria de Trump. El Constitucional rumano ha anulado la victoria de Georgescu en la primera vuelta de las presidenciales y habrá que repetir de nuevo todo el proceso. ¿El motivo de esa decisión? Unas supuestas injerencias de una potencia extranjera conocidas tras la desclasificación de unos documentos de inteligencia. Resumiendo: Rusia.
Dudas en cuanto a la financiación de la campaña de Georgescu, miles de cuentas en TikTok para apoyar al candidato y las etiquetas adecuadas -prorruso, putinista, extremista, ultraderechista, antieuropeo- han sido suficientes para que el Tribunal Constitucional ordene suspender unas elecciones libres en un país europeo. Europa y sus eurofans han aplaudido la decisión. Da igual que incluso la rival en la anulada segunda vuelta, la proeuropea y centrista Elena Lasconi, haya criticado la decisión del Constitucional. Europa ha gritado “¡Putin!” y todos los mecanismos que convierten unas elecciones en algo más o menos legítimo han saltado por los aires.
Cualquier partido con tendencia a la corrupción y a la destrucción de la legalidad ve estos acontecimientos como una oportunidad demasiado buena, y los socialistas españoles están sin duda a la vanguardia de la construcción totalitaria europea
Putin es lo más parecido a un villano de James Bond, con la particularidad de que es real. El polonio es real, la eliminación quirúrgica de periodistas y opositores es real. Pero también es real la utilización que se está haciendo desde Europa de la amenaza global de Rusia. Rusia está presente en todo. En el daño de las redes sociales, en los nacionalismos, en los partidos euroescépticos, en la polarización, en la crispación, en los movimientos calificados como ultraderecha, en el taxista que cobra de más, en el recepcionista que no saluda. Nada malo ocurre sin la influencia de Putin. Es como Soros pero a éste sí hay que tomárselo en serio, nos dicen, porque pretende socavar nuestras democracias. Y para frenar su influencia debemos estar dispuestos a todo. Incluso a sacrificar nuestras sagradas democracias.
El PSOE, como es lógico, está tomando buena nota. Cualquier partido con tendencia a la corrupción y a la destrucción de la legalidad ve estos acontecimientos como una oportunidad demasiado buena, y los socialistas españoles están sin duda a la vanguardia de la construcción totalitaria europea. Tienen además algo a favor: si pierden las próximas elecciones será mucho más fácil convencer a la gente de que ha sido por la influencia externa de Putin que por la influencia interna del inoperante Feijóo.
Tu coche ya no sirve. El cristianismo no tiene nada que ver con Europa. La escuela debe dejar de ser un centro de transmisión del conocimiento. Te has quedado sin trabajo, pero lo ordena una directiva europea, así que será bueno. No nacen niños y estamos comprando inmigrantes africanos
Hace unos días veíamos lo que pasaba en Nicaragua e imaginábamos a todos los colaboradores del PSOE haciendo la lista de reformas viables y necesarias para salvaguardar la democracia, pero no será eso. Lo nuestro será algo más parecido a Rumanía. Un Tribunal Constitucional a medida y hondamente preocupado por la injerencia de Rusia, por el futuro de Europa o por la salud de las democracias. Alehop: la democracia se ha actualizado a su versión 2.0, acepte las nuevas condiciones de uso.
Son ésas, y no oscuras amenazas de ultraderecha o siniestras añoranzas del estalinismo, las vías por las que se deslizará una nueva modalidad de democracia en la que las decisiones serán demasiado importantes como para dejarlas en manos de los ciudadanos. Tendremos una democracia técnica, de expertos. De expertos europeos, claro. Tu coche ya no sirve. El cristianismo no tiene nada que ver con Europa. La escuela debe dejar de ser un centro de transmisión del conocimiento. Te has quedado sin trabajo, pero lo ordena una directiva europea, así que será bueno. No nacen niños y estamos comprando inmigrantes africanos, pero no pienses en cómo será España en treinta años; piensa en las pensiones. Tendremos regulaciones absurdas, crecimiento económico, escasez material y dejadez espiritual. Pero todo será convenientemente relatado por nuestros académicos europeístas, que insistirán en que en realidad vivimos mejor.
Hoy es menos inverosímil pensar que con las elecciones generales pasará como con los referendos de independencia. Se repetirán hasta que se consiga el resultado “verdaderamente democrático”, y una vez conseguido se aplicará el cierre. Las instituciones, la prensa pública, la universidad y la UE estarán para garantizar la limpieza del procedimiento. Para garantizar unas elecciones verdaderamente libres. Libres de las injerencias rusas, de las campañas de bots, de las fake news o de lo que toque en cada momento.
Para eso está Broncano
Lo ocurrido en Rumanía será el futuro probable de muchas democracias europeas, pero no en todos los procesos de golpismo sofisticado se recurrirá al demonio ruso. Aquí la audacia política vendrá de la mano de las alertas por el peligro de la derecha, ultra o regular. Vendrá de la mano de los pictogramas simplistas, porque es para lo que dan y para lo que damos. No será necesaria una articulación bien trabada ni un desarrollo sólido. Para eso tenemos a Broncano, a Wyoming y a Intxaurrondo.
Ya han empezado a preparar el terreno para la conveniente adecuación de la prensa, las leyes y la oposición a la verdad de los comisarios, y dentro de no mucho tendremos un catálogo de ideas consideradas inaceptables. No de manera retórica, como con los asesinatos de la izquierda abertzale, que han sido perfectamente integrados en el sistema, sino literalmente inaceptables. Serán consideradas injerencias ilegítimas en el sistema. “Las creencias no tienen sitio en una democracia avanzada”, dirán. Lo hemos visto estos días con las reacciones al discurso de Mayor Oreja en el Senado. Es un rechazo aún más profundo de lo que nos parece. Expertos de medio pelo han salido a exhibir su particular paso de la oca. Las creencias hay que dejarlas en la iglesia y en el siglo XII, decía una. Es un rechazo más profundo de lo que parece, y las implicaciones de esta visión también serán más profundas de las que algunos imaginan. En ningún campo serán tan importantes como en el de la producción de la muerte. Si las creencias y la fe no deben decir nada frente al consenso imperante, entonces el aborto y la eutanasia podrán al fin convertirse en políticas plenamente progresistas.
En los próximos años veremos muchos sustos a las democracias formales europeas. Y como dejó dicho uno de los españoles más lúcidos que conozco, no vendrán de la mano del populismo, del neofascismo ni del estalinismo nostálgico.