Gorka Maneiro- Vozpópuli

La reivindicación de nuestra Carta Magna ni está de moda ni es lo que se lleva ahora, y mucho menos en el País Vasco

El pasado viernes, 6 de diciembre, se cumplían 46 años de la aprobación en referéndum por los ciudadanos españoles de la Constitución Española, nuestro marco legal y la garantía de nuestra convivencia, que entró en vigor el 29 de diciembre de aquel mismo año 1978; y un grupo de unas cincuenta personas (vascos, constitucionalistas y quizás algo extravagantes que venimos compartiendo luchas democráticas desde hace varias décadas) lo celebramos en la plaza Cervantes de San Sebastián, junto al Alderdi Eder, frente a la bahía de la Concha.

En esta ocasión, lo celebramos de la forma sencilla pero revolucionaria que nos caracteriza, sin extravagancias ni grandes multitudes (aunque multitudes las hubo durante la época de Basta Ya, desde luego), dado que la reivindicación de nuestra Carta Magna ni está de moda ni es lo que se lleva ahora, y mucho menos en el País Vasco, una de las regiones que, sin embargo, más se ha beneficiado de su proclamación y de su vigencia. Y no es lo que se lleva ahora no porque España o la Constitución Española no estén amenazadas por sus enemigos históricos o por otros nuevos que han surgido durante la última década, sino porque quizás pensamos que nuestro bienestar está garantizado sine die y no somos capaces de valorar ambas en sus justos términos: sin embargo, si España no existiera, habría que inventarla; y si la Constitución Española no estuviera vigente, habría que volver a aprobarla.

Además, finiquitado el terrorismo que ETA empleó durante años contra ambos logros, cualquier situación nos parece mejor a aquel periodo y cualquier otra amenaza parece menos amenaza. Sin embargo, hay amenazas ciertas, aunque sean más sutiles; y desde el punto de vista político, y a pesar de que la democracia en España está asentada y no corre peligro inminente, vivimos una época de polarización política y profunda incertidumbre, y ningún logro puede darse por permanente o seguro. Y esto es así porque el Gobierno de Sánchez ha decidido hacer recaer la gobernabilidad del país en quienes quieren derribarlo, sin que semejante decisión haya provocado además que ninguno de dichos enemigos haya aparcado sus pretensiones históricas sino todo lo contrario, dado que las creen más factibles y cercanas. Así que, en lo puramente político, vivimos una época negra, caracterizada por el enfrentamiento, el populismo y la mala política que olvida las soluciones a los problemas que sufren los ciudadanos.

La probable (e indeseable) concesión de un concierto económico como el vasco a Cataluña supondría una profundización en la financiación de los más ricos por parte de los más pobres

Podemos recordar ciertos artículos de la Constitución Española que no han terminado de cumplirse nunca o que han dejado de cumplirse por la vía de los hechos; y aquí podemos citar, entre otros, el artículo 46 («Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada«), en un tiempo en el que acceder a una vivienda parece imposible, especialmente para los más jóvenes; el 14 («Todos los españoles son iguales ante la ley«), recién indultados o amnistiados por el Gobierno de España los malversadores, los corruptos y los golpistas del procés; o el 138.2 («Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso,privilegios económicos y sociales»). Y esto último no porque determinada comunidad autónoma alcance más bienestar porque esté mejor gobernada (lo cual es perfectamente legítimo y hasta justo) sino porque disponga de más o mejores instrumentos que otras no tienen para obtener una situación económica más ventajosa, que es lo que ocurre ahora.

De hecho, hay decisiones políticas que suponen un ataque a la línea de flotación de nuestra ley de leyes. Y, sin ir más lejos, la probable (e indeseable) concesión de un concierto económico como el vasco a Cataluña supondría una profundización en la financiación de los más ricos por parte de los más pobres, medida reaccionaria que no haría sino romper definitivamente la igualdad entre territorios y entre ciudadanos españoles que lleva años laminándose. Y aprobar semejante despropósito sin reforma constitucional, como pretende Sánchez, sería un atropello democrático. Por otro lado, una miembro destacada del Gobierno de España acaba de verbalizar su pretensión de «acabar con la derecha», lo cual supone comprometerse con la eliminación o la reducción del pluralismo político que la Constitución Española afortunadamente protege. Además, la Justicia independiente está amenazada por Sánchez; y los medios de comunicación libres e independientes se encuentran en la diana del Gobierno, poco amigo de la libertad de pensamiento y las críticas periodísticas. Así que celebrar el aniversario de la Constitución Española, reivindicar su vigencia y exigir su cumplimiento sigue siendo en nuestros días un deber ciudadano y una exigencia democrática.

Hoy la Constitución Española está amenazada por los socios del Gobierno de España e incluso por el propio PSOE de Sánchez. Y es responsabilidad de todos defenderla

En el acto de San Sebastián intervinieron José Antonio Maturana, exdiputado en el Parlamento Vasco y en el Congreso de los Diputados, exconsejero del Gobierno Vasco y militante crítico del PSOE; y Fernando Savater, nuestro ciudadano comprometido de cabecera. Además, algunos de los presentes, de tendencias ideológicas diversas pero todos demócratas y comprometidos con la igualdad y la democracia, leímos algunos artículos de la Constitución. Al terminar, se puso el himno de España y a continuación sonó una canción en euskera de Imanol.

La Constitución Española surgió de un pacto entre la derecha y la izquierda para acabar con la dictadura y abrir un tiempo nuevo que hizo posible el inicio del periodo de mayor prosperidad de nuestra historia tras décadas caracterizadas por el enfrentamiento entre españoles. Más allá de sus limitaciones y que deba reformarse o actualizarse en alguno de sus puntos (especialmente en su Título VIII, que aborda la organización territorial del Estado), es tiempo de reivindicarla. E impulsar las reformas que sean necesarias pero no para ahondar en la desmembración de España, como algunos pretenden, sino para procurar más igualdad y más bienestar para todos. Hoy la Constitución Española está amenazada por los socios del Gobierno de España e incluso por el propio PSOE de Sánchez. Y es responsabilidad de todos defenderla, porque es algo que a todos nos pertenece. Antes de que sea demasiado tarde.