El eslogan franquista de ’25 años de paz’ acuñado en 1964 manipuló la realidad de la España de la posguerra con el objetivo de blanquear la censura, la represión y el oscurantismo del régimen de Francisco Franco. Y por eso la oposición política al caudillo rebautizó irónicamente ese eslogan como ‘la paz de los cementerios’.
Sánchez no ha manipulado groseramente la realidad de la España de la democracia con su eslogan de ’50 años de libertad’ como hizo el franquismo en 1964, pero sí ha retorcido el calendario de la Transición en beneficio de sus necesidades actuales.
Los españoles, de hecho, están ya acostumbrados a que Sánchez ‘corra’ la línea de la democracia y la sitúe allí donde más le conviene en cada momento.
Ocurrió cuando Pilar Alegría atribuyó el título de primer presidente de la democracia a Felipe González, ‘olvidándose’ de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo.
Un ‘olvido’ que se repitió en los vídeos del reciente Congreso Federal de Sevilla del PSOE, donde el realizador saltó de Franco a González omitiendo a Suárez y Calvo-Sotelo.
Ocurrió de nuevo cuando el PSOE diseñó junto a Podemos una Ley de Memoria Democrática que extendía hasta 1982 la consideración de ‘víctimas del franquismo’, lo que de facto asimilaba los primeros cuatro años de Democracia a la dictadura.
Y ocurrió ayer de nuevo, cuando Pedro Sánchez situó el origen de lo que él llamó ’50 años de libertad democrática’ en el 8 de enero de 1975.
Una simple visita a la hemeroteca basta para comprobar que en 1975 el régimen franquista, aunque declinante, seguía asiendo firmemente las riendas del poder en España y que la muerte en la cama del dictador, el 20 de noviembre de ese año, no puede considerarse ni por asomo el principio de la ‘España de la libertad’.
1975 fue el año de los últimos fusilamientos del régimen franquista, los de Hoyo del Manzanares. El 22 de noviembre, Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey de España después de jurar frente a las Cortes franquistas su fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento. El presidente del Gobierno en ese momento era Carlos Arias Navarro. Lo fue hasta el 2 de julio de 1976.
Aunque la España democrática nace con la Constitución de 1978, una interpretación extensiva de la Transición podría afirmar, en el mejor de los casos, que su origen está en la Ley para la reforma política aprobada en noviembre de 1976 por las Cortes franquistas.
Igualmente podría afirmarse que la Transición empieza ‘políticamente’ con las elecciones generales de 1977. Las primeras libres que se celebraban desde 1936, y que ganó Adolfo Suárez.
Pero en ningún caso puede afirmarse que la ‘España de la libertad’ empieza con la muerte de Franco. Mucho menos en enero de ese año, cuando aún quedaban once meses para su muerte.
¿Por qué escoge Sánchez entonces como fecha inaugural de su efeméride (y como pretexto para la celebración en 2025 de cien actos de conmemoración de la muerte de Franco) el 8 de enero de 1975?
Porque la presión sobre su gobierno, asfixiado por las exigencias de sus socios parlamentarios y acosado por unos escándalos de corrupción que afectan al núcleo político más cercano al presidente, e incluso a su círculo familiar, empieza a ser insoportable.
Y eso le imposibilita esperar hasta 2028, la fecha en que sí podrá conmemorarse, con rigor histórico, el nacimiento de la ‘España de la libertad’.
Pero es ahora cuando Sánchez necesita con urgencia un nuevo caballo de batalla, polarizador y polémico, con el que generar la mayor cantidad de ruido posible a su alrededor y distraer así la atención de los ciudadanos.
Que el presidente anunciara la celebración de ese centenar de actos de «conmemoración» de la muerte de Franco ayer martes, apenas unas horas después de un funeral por las víctimas de la DANA del que él se borró de forma vergonzosa da la medida exacta de cuáles son sus prioridades como presidente.
Son las prioridades de alguien que ya sólo busca el próximo truco de manos con el que seguir deslumbrando a sus votantes mientras la corrupción y la descomposición de su Ejecutivo condenan a España a la parálisis. Y ese truco de manos fue ayer el desenterramiento, por segunda vez en su presidencia, de la momia de Franco.