Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Ni Feijóo juega con las cartas marcadas ni Sánchez tiene varios ases en la manga

Fue en el cóctel para la prensa del martes en La Moncloa. De pronto Sánchez congregó a los asistentes para decir unas palabras, que deseaba que fueran atentamente escuchadas. Ante el improvisado corrito de periodistas, acusó al PP de jugar con las cartas marcadas y con información privilegiada de los jueces para hacer oposición. Semejante acusación, carente de pruebas, no solo tenía como diana el partido de Feijóo, sino la propia judicatura. Dando por seguro que la suerte ya está echada, Sánchez quiere curarse en salud de lo peor, pero esa descalificación del poder judicial es un paso falso más de los que está dando últimamente y que no delata a los jueces sino a él mismo. Sánchez actúa con la arrogancia de quien tiene por hábito encararse a la ley.

Los policías y los togados distinguen tradicionalmente al delincuente ocasional del habitual en que el primero se muestra dócil y colaborador para salir lo mejor parado posible, mientras que el segundo se muestra acostumbrado a oponer resistencia a la autoridad, la reta, se enfrenta a ella, busca la bronca. Dicha conducta no garantiza su impunidad, pero sí revela una voluntad de igualarse a los representantes de la ley en fuerza que podría hacer pensar a más de un espectador de la escena que está ante alguien que sabe lo que hace para salir airoso del cerco legal. No es así. Y su historia antes o después termina de mala manera. Resulta inquietante que un presidente de Gobierno emule ese comportamiento levantisco de manual.

No. Ni Feijóo juega con las cartas marcadas ni Sánchez tiene varios ases en la manga, pese a su bravucona respuesta al cerco lento pero efectivo de los jueces. Más bien se halla en unas horas bajas en las que no puede sacar adelante sus Presupuestos ni apaciguar al secesionismo catalán al que ha engañado como hizo en su día Zapatero al prometer el Estatut para obtener su voto en las generales de 2008. Y al «mueva el culo» de Míriam Nogueras se suma la necesidad del PNV de desmarcarse al menos escénicamente de ese apoyo que le seguiría dando en una moción de censura, pero que quizá le retiraría en la cuestión de confianza con la que ahora amaga el partido de Puigdemont.

El cerco de Sánchez no es solo judicial sino también político. Es en ese contexto en el que se ubica el corrito que convocó el martes durante su copa de Navidad. En la época de Rajoy, los periodistas presumían de haber asistido a esa clase de cócteles, pero en estos días ninguno alardea de haber estado en el círculo monclovita que escuchó sin decir palabra la grave acusación. Digamos que te lo cuentan con un tonillo culpable y confidencial. Por ese tono sé que el día en que sea desalojado de ese palacio su actual huésped más de uno negará tres veces que estuvo allí.