Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Ya hemos comentado aquí muchas veces que, aún a riesgo de quedarse bizco, el BCE mira con un ojo y vigila la evolución de la inflación, que es su principal preocupación, y con el otro observa el crecimiento de la economía europea. Ahora tiene bastante controlados a los precios, aunque todavía fuera del objetivo marcado del 2%. Por su parte, el crecimiento se encuentra lejos de sus mejores momentos y coquetea con la recesión en los principales países de la UE, como son Alemania y Francia, ambas economías lastradas por una interminable serie de problemas internos y aquejadas de una inestabilidad política de solución compleja con gobiernos inestables y débiles.

Así que ha dado un paso más en el ‘ajuste fino’ de la política monetaria y decidió bajar los tipos por tercera vez consecutiva, que hace la cuarta del año en curso, y lo hizo en un cuarto de punto. Una decisión que no sorprendió ni desagradó a nadie en el mercado. El movimiento era el esperado y refuerza la previsibilidad de su política, que es un objetivo deseable en sí mismo. Con este nuevo recorte se cierra un año complicado y se abre otro plagado de incertidumbres.

El año que termina ha sido complicado para el BCE pero muy favorable para todos aquellos, personas, familias y empresas que tienen créditos pendientes. El euríbor a 12 meses se ha desplomado al calor de las bajadas de los tipos oficiales. El índice al que se referencian la mayoría de las hipotecas en España cerró noviembre en el 2,506%, lo que supone una caída de más de 1,5 puntos interanual, la mayor en ¡15 años! No es cualquier cosa, pues la hipoteca media se ha abaratado en más de 1.500 euros al año. Este descenso al entorno del 2,5% supone una bajada de algo menos de dos décimas respecto al pasado mes de octubre y de 1,516 puntos en comparación con noviembre de 2023.

Para encontrar un desplome mayor interanual en la serie histórica hay que remontarse a diciembre de 2009, cuando bajó más de 2,2 puntos de un año para otro. 2025 será otra cosa diferente y será aún más complicado de gestionar, pues además de vigilar los precios y el crecimiento de la Eurozona el BCE tendrá que seguir de cerca los movimientos de la Reserva Federal de EE UU en un año de estreno de la nueva Administración Trump, que llega con fuerza y dispuesta a garantizar la competitividad de sus empresas por todos los medios. Y la política monetaria ha sido siempre un instrumento eficaz para ello.