Jon Juaristi-ABC
- Primera parte del ‘Informe Secreto para una Academia de Psiquiatría’, filtrado en exclusiva para nuestro diario por Patxi Kafka
El cuadro clínico que presenta el Sujeto Uno, no por complejo es menos descriptible. Se trata de la resolución florida de una neuropatía primaria, poco frecuente aunque altamente contagiosa, conocida como ‘blenofobia’ (escrita a veces ‘blennofobia’, forma más cercana a su etimología), que se define como pavor patológico al barro o a la viscosidad en general. Se discute si estamos ante una simple variedad de la ‘escatofobia’, miedo obsesivo a la caca, lo que, a nuestro juicio, carece de fundamento, si bien suelen darse ambas fobias en un mismo sujeto. También hay quien propone reservar la denominación de ‘blenofobia’ para un miedo general a la viscosidad, que incluiría como variantes la ‘borborofobia’ o miedo específico al fango y la ‘coprofobia’ o miedo extremo a la caca. En cualquier caso, no debe confundirse la fobia patológica con un mero sentimiento de rechazo del objeto odiado. Todo el mundo puede sentir reacciones de repugnancia o náusea en presencia del fango o del excremento (ajeno), pues es sabido que los niños de muy corta edad se complacen en jugar con sus propias heces, y que sólo un proceso de educación les llevará a reprimir esta conducta (en la mayoría de los casos).
La fobia no es solo rechazo o evitación, sino miedo obsesivo y continuo tanto en presencia como en ausencia del objeto. Las verdaderas fobias pueden transformarse fácilmente en paranoia. Por ejemplo, se ha detectado que los afectados de ‘blenofobia’ aguda experimentan angustiosos delirios en los que se ven literalmente sometidos a lluvias de fango o de algo peor. En la derivación paranoica del trastorno, se atribuye al vecino la facultad y la intención de provocar dichos chaparrones de cieno. Característicos de las paranoias fóbicas son los síndromes de conversión: la coprofobia extrema puede transformarse en coprofilia (más que de conversión debería hablarse en estos casos de regresión a la fase anal, a la del deleite del niño en su propia caca, extensivo ahora a la ajena).
En lo que al caso particular del Sujeto Uno se refiere, se ha confundido, a veces de manera insidiosa, la ‘blenofobia’ con la cobardía o, peor aún, con la ‘demofobia’ o miedo a la multitud, o sea, al pueblo soberano en la calle. No es así. Tras un examen médico riguroso, concluimos que el Sujeto Uno sufrió en su día un ataque de pánico a la vista del barro acumulado en una comunidad autónoma devastada por una reciente inundación, lo que le forzó a una huida fastuosa del escenario de la catástrofe, al que no se le hará volver ni a rastras. Ni prometiéndole indulgencia plenaria por oír una misa funeral oficiada por el obispo ante el Santo Grial, ni procurándole una sauna portátil con cargo al presupuesto (aprobado o no, eso es otra historia). Continuará la próxima semana, si Dios quiere, el tiempo lo permite y la autoridad no lo impide.