Miquel Escudero-El Correo

Desde hace más de un decenio, Bashar Al-Assad ha sido responsable de una represión brutal en su país. ¿Podemos celebrar con alegría la caída del poder de su dinastía en Siria? Depende de quiénes la sustituyan. Se puede ir de Guatemala a Guatepeor. ¿Puede decirse hoy que resultó mejor para los iraníes el ayatolá que el sha? Se ha de argumentar y cualquier respuesta debe atender la complejidad de lo que se plantea.

Hace ochenta años los libaneses se vieron condenados a vivir su independencia etiquetados según su identidad religiosa y por la antigüedad de su presencia en la región. Se dieron privilegios en lugar de derechos de igualdad. Esta se resintió drásticamente al reservarse cuotas de gobierno, de modo que el presidente debía ser maronita; el primer ministro, suní; el presidente del Parlamento, chií. Ante la impresión de hallarse abandonadas en casa, las minorías sociales buscaron protectores afuera: cristianos maronitas (Francia), drusos (Reino Unido), suníes (Turquía), chiíes (Irán), ortodoxos (Rusia). El resultado fue una debilidad congénita. No es aconsejable quedar en manos de abogados ni de tópicos (de los que muy pocos se salvan).

Fallecido este año, Daniel Dennet fue un reputado filósofo de la ciencia, especializado en la mente. En un lugar de sus memorias, alude a ‘Mon Oncle’, la película de Jacques Tati, y dice que «satiriza el entusiasmo francés por el diseño modernista y los artilugios». Es un simple detalle, pero transmite un estereotipo trillado que intoxica. ¿Tenía fronteras el esnobismo del cuñado de M. Hulot? ¿Era una característica de los franceses o distinguía el estilo de una época y una clase social?