Tonia Etxarri-El Correo

Con su esposa Begoña Gómez compareciendo, por tercera vez, como imputada ante el juez y las últimas decisiones del Tribunal Supremo sobre Ábalos, el presidente del Gobierno mantuvo un pulso con el líder de la oposición, Núñez Feijóo, en el Congreso, más aferrado, si cabe, a la propaganda que tanto necesita. Y pasando de puntillas por las críticas a la judicatura. Al menos por un día. Porque es la imputación de su esposa la mano que mece la cuna del presidente del Gobierno. El motor de todas sus actuaciones. El detonante que ha provocado el anteproyecto de la reforma de la ley orgánica del derecho de rectificación, que viene a ser su venganza contra la prensa crítica por la situación judicial en que se encuentra Begoña Gómez. Esa ley ‘antibulos’ que está generando tanta polémica entre quienes ven, como único fin, la búsqueda del descrédito de aquellos medios que hayan publicado informaciones incómodas sobre las presuntas irregularidades de la inquilina consorte de La Moncloa.

Pero el ministro Bolaños, tan entusiasta de atar en corto a la prensa crítica, debería recordar que la norma que pretende intimidar y castigar a los medios críticos tiene que aprobarse, previamente, en el Parlamento por mayoría absoluta. Artículo 81 de la Constitución. Paso a paso. Y si lo que pretende es extender el derecho de rectificación, que ya se contempla en nuestros códigos Civil y Penal, a los medios digitales y las redes, debería saber que, desde hace un tiempo, ya existen las Notas de la Comunidad en X, por ejemplo. Está todo inventado. Eso sí, al margen del control del Gobierno.

Es lo que tiene instalarse en el trono de las alabanzas como ha hecho Sánchez. Que no soporta que aquellos que no pasen por el aro tengan voz y voto. Por eso necesita instrumentalizar a la Fiscalía, al Constitucional, a TVE, amarrar al Congreso y despreciar al Senado. Lo que le desquicia es no poder tener el control férreo sobre todas las instituciones, a pesar de que cada vez acumula más autoridad sin respetar la genuina división de poderes de la democracia. Esos jueces que no se dejan intimidar, a pesar de estar siendo sometidos a una presión sin precedentes desde el Gobierno, esa prensa que no se doblega. Esos socios que ahora se le rebelan y le recuerdan que no es nadie sin ellos. Esa coincidencia entre PP y Junts. Y con esa UCO, la unidad que está investigando la presunta red de corrupción y está aportando las pruebas sobre los comportamientos presuntamente delictivos de quienes fueron su mano derecha, Pedro Sánchez no puede. Está teniendo un mal final de año.

En el libro que Luis Haranburu acaba de publicar, titulado ‘Pedro Sánchez y el síndrome de Narciso’, alerta sobre la deriva de España en donde se ha instalado la normalidad tóxica del veto moral y político de la izquierda a los partidos conservadores con el fin de perpetuarse en el poder. Fin de la alternancia. Ese es el empeño de este Gobierno. El autor nos deja una sentencia que ya ha hecho poso: Sánchez necesita de la discordia para mantenerse en La Moncloa, «la concordia civil es su peor enemiga». No sé de qué nos quejamos.