Olatz Barriuso-El Correo

  • El caos de una mayoría contranatura pone a los jeltzales en un brete pero también ante una oportunidad
La caótica jornada vivida ayer en el Congreso -una más al borde de la taquicardia gracias a la incompatibilidad manifiesta de las fuerzas que sostienen al Gobierno- interpela, sobre todo, al PNV. Los jeltzales se convirtieron en protagonistas, a su pesar, y vieron cómo la izquierda, la soberanista y la confederal, les acusaba de estar al servicio «de Repsol» por alinearse con PP, Vox y Junts para tumbar el gravamen a las energéticas. Al mismo tiempo, el PSOE, mucho más sibilino, les desairaba al dejar en suspenso, en connivencia con Podemos, una enmienda suya para agilizar los desalojos de okupas que firmarían incluso los diputados de Bildu -ojo, ya la apoyaron «por error»- si no fuera por los asfixiantes corsés de lo que hoy en día significa ser de izquierdas, o de derechas. Como si a Bildu, incluso a Podemos, no les votaran los pequeños propietarios.

Con amigos así, al PNV no le hacen falta enemigos. Pedro Sánchez ha decidido bailar sobre el alambre hasta el final de la legislatura y a sus socios no les queda más remedio que aguantar la tensión permanente a la que les somete una dinámica perversa, la de gobernar -posiblemente- sin Presupuestos, sin una aritmética coherente y a base de decretos ley convertidos en cajones de sastre para intentar forzar su aprobación por desistimiento. Gobernar con la única fuerza motora de la ausencia de una alternativa capaz de ganar una moción de censura. Un chantaje político nada sutil, que somete a las dos orillas sanchistas -PNV y Junts, por un lado, y Sumar, Bildu, ERC y BNG, por otro- a una especie de sokatira permanente. A su aire, Podemos lanzado ya contra todo y contra todos, con el único objetivo de consumar su largamente acariciada venganza contra Yolanda Díaz.

En ese escenario contranatura, el PNV debe vadearse en una disyuntiva que siempre le ha resultado incómoda, la de ubicarse en la derecha o en la izquierda. Elegir bando repugna a Sabin Etxea porque invalida su estrategia de partido ‘atrapalotodo’, exitosa durante mucho tiempo. Ortuzar se abonaba este fin de semana al «centro», un espacio ahora mismo demasiado solicitado porque hasta Bildu lo reivindica para sí.

Pero las energéticas, en esta política maniquea hecha con escuadra y cartabón, son muy golosas a la hora de seducir al votante y los de Otegi lo saben. Basta recordar sus cifras de beneficios para cosechar aplausos. Sin embargo, el decreto no saldrá adelante, a buen seguro, cuando deba someterse a convalidación. En este lance gana, sí, Josu Jon Imaz y el PNV se atreve a posicionarse en el único lugar posible, por trayectoria y por coherencia política. Eso sí, no del todo sin complejos, porque se ve en la obligación de justificar su voto e incluso de invitar a Sánchez a modificar al alza el impuesto de Sociedades con su apoyo. Sin embargo, aunque el PNV se vea a sí mismo en un engorroso brete, es posible que esté también ante una gran oportunidad, la de confrontar desacomplejadamente en este terreno a una Bildu que en Euskadi le come terreno mimetizándose con sus postulados, pero sin el desgaste de llevar décadas gobernando.