Editorial-El Correo

Elon Musk gastó 277 millones de dólares para devolver a Donald Trump a la Casa Blanca. Desde el día de las elecciones, el hombre más rico del mundo ha aumentado su patrimonio de modo considerable y se está consolidando como un poder sin precedentes en los terrenos empresarial, de la comunicación y ahora también político. Mediante mensajes en su red social X saboteó un acuerdo bipartidista de la Cámara de Representantes arriesgando un colapso del Gobierno federal en plenas navidades, evitado en el último minuto. El movimiento dejó a Trump en un papel secundario y propicia que los demócratas hablen de ‘presidente Musk’ para atacar el ego del mandatario electo. Y cuando los mercados ya tiemblan por la amenaza de una gestión caótica de la nueva Administración, el dueño de Tesla interviene abiertamente en la política interna de países europeos. Anuncia que financiará el partido Reforma de Nigel Farage en Reino Unido, y difunde que «solo AfD puede salvar a Alemania». Su apuesta por un grupo neonazi, prorruso y contrario a la UE constituye una perniciosa injerencia que también busca aprovechar la desorientación creada por el atropello mortal en Magdeburgo.