Juan Carlos Girauta-El Debate
  • La UTT, los mercenarios jurídicos de guardia, los abogados del Estado mutados en felpudos del Gobierno, la fiscalía encabezada por un especialista en borrado de pruebas, en fin, todo ese circo permite a Sánchez operar legalmente mientras se da de bofetadas… con la ley

Rueda de prensa tras el último Consejo de Ministros del año. Cuanto Sánchez depone me aleja más de un personaje que ya moraba a años luz. Me aleja trascendiendo metáforas físicas: me provoca auténtica repulsión. No el hombre, chapucero político, personaje ridículo incapaz de escandalizarme, a diferencia de quienes a su alrededor simulan normalidad. ¿Cómo respetar a quien afirma que «lo importante no son las leyes sino los resultados»? A otro gobernante, ya catado, ya recién llegado, le haríamos el favor de sobreentender: quiere decir que sus fracasos a la hora de aprobar leyes no son óbice para que consiga ciertos objetivos. Pues no, no merece el favor. De entrada, no se ve la manera de hacer nada sin Presupuestos, que es lo que pretendía esconder la respuesta. No se ve la manera legal, quiero decir.

Conociendo el paño sabemos que «lo importante no son las leyes» es una afirmación a interpretar literalmente. Las leyes nunca han sido un obstáculo para Sánchez. Detenta el poder violando la Constitución (según su propio criterio previo, y el de todos sus ministros, en el caso de la amnistía) porque tiene un as en la manga en forma de presidente del TC. Una unión temporal de trujamanes (UTT) juntó al tipo más sectario de la España democrática con el abogado Boyé, colaborador que fuera de la ETA, abogado de Puigdemont y padre de argucias para torcer ¡la Carta Magna! hacen constitucional lo que nunca lo fue a voluntad del presidente. ¿Cómo no llamarle autócrata?

La UTT, los mercenarios jurídicos de guardia, los abogados del Estado mutados en felpudos del Gobierno, la fiscalía encabezada por un especialista en borrado de pruebas, en fin, todo ese circo permite a Sánchez operar legalmente mientras se da de bofetadas… con la ley. El problema es complejo si se piensa en el futuro enderezamiento (que llegará, llegará; nadie lo dude), pero simplicísimo desde el punto de vista del despotilla a quien la ley trae al pairo porque solo gobierna para seguir gobernando. Evita con indultos o amnistías materialmente inconstitucionales los efectos de violar el Código Penal cuando sus cuates son los reos. Y cuando reúne mayorías delincuenciales no respeta nada.

Pudo eliminar la sedición para salvar a los autores de lo que antes había considerado rebelión (con razón). Aunque con ello dejara desprotegida a España ante los golpistas. Aguó graves delitos como la malversación. Los peores abusos y arbitrariedades son formalmente constitucionales porque el jefe de la UTT, deshonrando cargo y tribunal, entra en el fondo de los asuntos que pertenecen al Supremo y forja mayorías banderizas cuya razón jurídica es palo y zanahoria. El año que viene, dedicado a Franco, se hará evidente que los defectos de la Constitución, quizá inevitables por la necesaria ambigüedad a la que forzaba la situación, se han estado parcheando mal que mal. Pero ya en manos de una partida política sin escrúpulos, de varias partidas confabuladas, cuando el propio poder institucional alancea la convivencia, echarlos sin dilación es obligado.