Rosario Morejón Sabio-El Correo
- El nuevo primer ministro francés deberá acreditar su independencia de Le Pen
Doctora en Psicología y analista de relaciones internacionales
El Ejecutivo de Bayrou no excluye una nueva censura. Su voluntad de incorporar a socialistas de pura cepa no prosperó porque según el dirigente del partido, Olivier Faure, el jefe del Gobierno no reniega de usar el artículo 49.3 si la situación llegase a ser muy grave y no está dispuesto a reabrir el capítulo de las jubilaciones. Los socialistas ni apoyan ni participan y, de no ser atendidas sus demandas, amenazan con la misma suerte de Barnier al dirigente de Movimiento Democrático (MoDem). Una ‘no censura’ se negocia, apostilla la izquierda republicana.
La cultura del compromiso de Bayrou busca respetar los 16 millones de votos que suman los partidarios de La Francia Insumisa -extrema izquierda- y Reagrupación Nacional (RN) -extrema derecha-. «Todos estos ciudadanos no son externos al gabinete constituido», sostiene el alcalde de Pau. De los jóvenes tecnócratas ‘inducidos’ por Macron, el centrista pasa a un equipo de personalidades curtidas en política con éxitos y fracasos. Los analistas hablan del Gobierno de la paradoja: Bayrou hace lo contrario de lo prometido para sustituir al breve Barnier. «El arte de la política es traspasar tus propias contradicciones», explica el politólogo Pascal Perrineau. La composición parece diseñada para contentar a Marine Le Pen, justo el error del antiguo comisario europeo. Tras ceder a sus exigencias, RN apoyó el 4 de diciembre la propuesta del Nuevo Frente Popular para tumbar el Gobierno del republicano.
Los mercados exigen estabilidad. Se necesitan 300.000 millones como préstamo para 2025 y los votantes franceses coinciden en las derechas. Sin desatender el conjunto, el Gobierno ‘Barnier-2’ refuerza su derechización. Los Republicanos, antiguos gaullistas, exigieron los acuerdos por escrito. Los repartos de las carteras afianzan la línea de firmeza prometida para restablecer la seguridad, el control del narcotráfico, regular asilo y emigración, recuperar el poder adquisitivo de las familias y otorgar oportunidades en estudios y empleos, nuevas esperanzas en el sistema. Todo ello velando por el Estado de Derecho.
Los llamados ministerios regalianos, aquellos cuyas funciones políticas y administrativas son potestad compartida con la jefatura del Estado, constituyen los mejores indicadores del perfil del nuevo Gobierno. Muy respetuoso con Macron, Bayrou no ha desvelado quién ha sancionado las designaciones en Interior, Defensa, Relaciones Exteriores y Justicia. Carteras codiciadas, donde lucirse con vistas al escrutinio presidencial de 2027, los elegidos ratifican la inclinación conservadora del Ejecutivo.
Bruno Retailleau, ala dura de Los Republicanos, repite en Interior dada su magnífica cuota de aceptación en el Gobierno saliente. Acepta no reabrir las anulaciones del Tribunal Constitucional de los aspectos de la ley de inmigración que atentan contra el Estado de Derecho. Significativo e incómodo para la magistratura es el responsable de Justicia, Gérald Darmanin. De su paso por Interior se recuerdan sus polémicas descalificaciones de los jueces acerca de sentencias contra la Policía. La diplomacia para un hombre del MoDem, Jean-Noël Barrot, y Defensa a cargo del macronista Sébastien Lecornu, ambos repetidores, permiten a Macron ejercer la autoridad sobre áreas nacionales y geopolíticas fundamentales en unas delicadas circunstancias internacionales.
El discurso de política general del 14 de enero indicará si este Gobierno Bayrou es capaz de sobrellevar la brutalización del juego político. Para imprimir su marca a la gestión gubernamental, el veterano centrista deberá acreditar su independencia de Marine Le Pen. Demostrar mucho tacto con Retailleau y Darmanin, porque ‘vender firmeza’ a los franceses para probar que esta no es patrimonio de la extrema derecha puede convertirse en una ciénaga de difícil escapatoria. Por ahora, 2024 queda como un ‘annus horribilis’ en los anales de la V República.