Ignacio Camacho-ABC

  • El liderazgo del presidente nació de un desafío al aparato. Pero ahora el aparato es él y se impone a golpe de dedazos

A Pedro Sánchez le han dejado de gustar las primarias. Ya no quiere pulsos contra su liderazgo, nacido precisamente de un desafío a la jerarquía del aparato. Pero ahora el aparato es él y va a resolver la renovación de las baronías territoriales a golpe de dedazo. Eso del debate interno, el método democrático y tal se ha acabado: paso libre a sus candidatos. La batalla por el poder autonómico perdido la darán los ministros desde la plataforma mediática de sus cargos. Cuando Moncloa toma los mandos no hay ‘lobatos’, ‘tudancas’ o ‘espadas’ capaces de rebelarse al desembarco. Todos los que en 2023 achacaron su fracaso a la sombra del presidente han recibido dos tazas de caldo. Podían haberse resistido con el reglamento del partido en la mano, pero saben que iban a ser carne de cañón frente al despliegue de poder orgánico y se resignan a que el jefe les compense el sacrificio con algún destino subalterno que les permita caer en blando.

Ninguno era una eminencia política, desde luego. Lobato no tenía media bofetada ante Ayuso, aunque no haya caído por eso sino por negarse a secundar la maniobra de acoso que ha llevado al fiscal general ante el Supremo. Tudanca, sanchista primigenio, llegó a ganar unas elecciones pero llevaba un tiempo torciendo el gesto porque Santos Cerdán le desestabilizaba desde Ferraz el patio trasero. Y Espadas ha sido una bicoca para Juanma Moreno; demasiado templado y demasiado institucionalista para respaldar cosas como la amnistía o el cupo catalán sin que le notaran los escrúpulos éticos. La cómoda hegemonía andaluza del PP requiere a alguien dispuesto a asumir sin complejos todas las contradicciones y bandazos del Gobierno. Alguien como María Jesús Montero. El encargo no le hace gracia pero si llega se tratará de una orden de obligado cumplimiento. Y la ejecutará con el mismo desparpajo verbal y gestual con que defiende sus propias volteretas en el Congreso.

El mensaje global es claro: el Partido Socialista es una extensión de Sánchez. Sin espacio para críticas, ni posiciones equidistantes, ni reparos tácticos, ni objeciones puntuales. Hasta el PSC se ha convertido en una delegación monclovita, Illa mediante. La militancia y la dirigencia son la tripulación del Pequod, arrastrada en el designio iluminado del capitán de la nave, comprometida en una aventura a cara o cruz, éxito o desastre. Si pudiera, el líder se la jugaría encabezando él mismo las candidaturas regionales; como eso no es posible trata de clonarse en una pléyade de ‘sanchitos’ de obediencia incuestionable. Todos apretados detrás del líder en su fuga hacia adelante, hasta el final pase lo que pase. El laboratorio de Presidencia pondrá la estrategia, la propaganda y todo el arsenal de combate necesario para recuperar terreno en las comunidades. Enfermería o puerta grande. Aunque la cornada más grave la puedan recibir en los tribunales.