Alberto Ayala-El Correo

Es lógico que nos preocupe lo cercano. Pero haríamos bien en no ignorar otras cosas que empiezan a suceder más allá, como esa suerte de internacional ultra de los negocios de Donald Trump, Elon Musk y otros. Hace ocho años, Trump tenía a su alrededor algunos, pocos, colaboradores con poder para frenarle. Ya no. Así han llegado estos días sus peligrosas intromisiones en asuntos internos de Dinamarca (Groenlandia) o Panamá (la titularidad del canal). O las de Musk en Reino Unido y Alemania en favor de la ultraderecha.

Mientras, aquí, en nuestra política doméstica, seguimos con las mismas carpetas que teníamos abiertas antes de Navidad. En los tribunales, el ‘caso Koldo-Ábalos’, las denuncias contra la esposa y el hermano de Sánchez y la investigación contra el fiscal general del Estado por el caso del novio defraudador de la presidenta Ayuso, que parece ser lo que más preocupa en Moncloa. Lógico. Persisten, e incluso crecen, las dudas de si el Gobierno hallará aliados para los Presupuestos. Y las malas encuestas empiezan a suscitar nervios. Ahí está el encontronazo público de la vicepresidenta Díaz con el ministro Cuerpo por las 37 horas y media semanales.

Pero, fiel a su estilo, el presidente ha puesto en juego nuevas cartas, las penúltimas, para sobrevivir. La primera la conocimos hace algunos días y ha arrancado esta semana: un centenar de actos en recuerdo de los 50 años de la muerte en la cama del dictador Franco, un 20 de noviembre de 1975, que hizo posible la llegada de la democracia a España. Con muchas imperfecciones, pero democracia.

He escrito en otras ocasiones que no me parece una idea descabellada. Que se podía haber festejado la llegada de la democracia en otras fechas. Pero no está de más recordar el pasado cuando crece el apoyo a Vox y a sus ideas autoritarias entre los más jóvenes. Y es comprensible que Sánchez haga lo que cree que puede animar a su electorado.

¿Y el PP? Con Aznar condenó el franquismo en 2002. Luego se ha resistido y se resiste a volver a hacerlo. Acoger ahora estos actos con desprecio y/o ironía, como ha hecho, me parece un error fruto de su obsesión con un Vox en ascenso. El PP es el heredero de AP y de ministros franquistas, sí; pero también de la UCD de Suárez y de la Democracia Cristiana que luchó contra el dictador.

Son las cosas de un Feijóo que sigue desconcertando. Que ha pasado de no querer saber nada de Mazón a reivindicar ayer su trabajo, olvidando su irresponsable comportamiento en la dana. Y no hablemos de Tellado, que también ayer se plantó en Bilbao para llamar de todo menos guapo al PNV y a Aitor Esteban por sujetar a Sánchez.

La segunda carta que ha movido Sánchez son los relevos, por el expeditivo procedimiento del ‘dedazo’ –que sí, que ya sé que luego los militantes dirán amén–, de barones territoriales clave. Así, lo que se preveía podían ser duras pugnas internas en Andalucía, Madrid, Valencia o Castilla y León se convertirán en paseos para los ministros que desembarcarán en ellos. La única batalla que parece inevitable es la de Aragón, entre el candidato de Lambán y la ministra sanchista y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría.

Sánchez el superviviente.