Tonia Etxarri-El Correo
El posible rechazo a admitir a trámite la proposición no de ley de Junts para que Pedro Sánchez se someta a una cuestión de confianza está tensando al máximo el pulso entre La Moncloa y Waterloo. Muy pocas veces el presidente del Gobierno se ha plantado ante las exigencias del secesionista catalán. Pero esta vez prefiere mantener la tensión, a riesgo de tener que pasar por la humillación de acceder a entrevistarse con el prófugo, antes que dejar en evidencia que su mayoría parlamentaria se ha desvanecido y ya no puede vanagloriarse de que, entre su partido y todos los socios minoritarios independentistas y de extrema izquierda, «somos más» que quienes ganaron en las urnas. Necesita seguir alimentando la idea de que él sigue en el Gobierno, aunque no gobierne. Porque si gobernar es legislar, él no está cumpliendo con su cometido. Se lo están impidiendo algunos de sus socios cansados de promesas incumplidas y necesitados de recobrar protagonismo en sus disputas domésticas. Junts versus ERC y Podemos frente a Sumar.
Habrá que ver en qué se sustancia la amenaza de Junts después («sin moción de confianza, no se habla más»). Mañana lo decidirán. ¿En realidad, le conviene a Puigdemont tumbar la legislatura? No lo parece. Se quedaría sin su as en la manga para seguir condicionando al gobierno. Es cierto que el traspaso integral de la inmigración (prometido en sede parlamentaria) no acaba de llegar, que la amnistía no ha beneficiado a Puigdemont y el compromiso de potenciar el catalán como lengua propia en Europa ha quedado, de momento, en la provisión de pinganillos para los diputados de las Cortes españolas. Pero como creen que perderían más si dejan caer a este gobierno, probablemente decidan atornillar más a Pedro Sánchez con un reguero de obstáculos parlamentarios. Sin llegar más lejos.
En el PSOE le quitan importancia al posible bloqueo de Puigdemont a los presupuestos pero ya han aguantado, en 2024, con las cuentas prorrogadas. El Gobierno debería presentar los presupuestos, por mandato constitucional. Y si no pasa el filtro del Congreso, a casa. Esa fue la receta que le prescribía Pedro Sánchez a Rajoy en 2018. «Un Gobierno sin presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina. Sin presupuestos, no hay nada que gobernar». Pero él no se aplicará sus consejos. En este juego de tahúres, los dos se sostienen mutuamente: Sánchez blindándose en La Moncloa, en defensa propia frente a la acción judicial, y Puigdemont explotando su situación de gran chantajista de la política española. Por eso no se apuntará a una moción de censura con el PP y Vox. A Feijóo le están cayendo críticas desde todos los ángulos por mantener la expectativa de esa herramienta instrumental. Pero en el PP prevalece la táctica de crear un ambiente de fin de ciclo, dominar el relato y poner a los socios frente al espejo. Si el presidente no cumple, ¿quién depende de quién? ¿Ellos jugando de farol o Sánchez sometiéndoles al chantaje de que hay que evitar que Feijóo llegue a gobernar? Así están las cosas. Una legislatura agónica, con mucho Franco pero sin presupuestos.