Rebeca Argudo-ABC
- Han justificado la violencia física con un «es que eso no es periodismo». Como si eso justificara la violencia
Algún día tendremos que jurar que vimos a periodistas defendiendo orgullosos el activismo militante y desprejuiciado, la pretensión de control de la prensa y la violencia contra otros profesionales por cuestiones ideológicas. Aunque las dos primeras ya me parecen preocupantes, la última no pensé nunca que la vería. Pero sí. A algunos de ellos (muy antifascistas, muy antirracistas, muy animalistas) los hemos visto estos días perder del todo los papeles, arrancar de las manos micrófonos y lanzarlos lejos, amenazar y amedrentar a otros compañeros. Y, a los solidarios con estos por defecto, bromear con el lanzamiento de micrófono y sus récords (qué risa, tú), celebrando el hostigamiento. Han justificado la violencia física con un «es que eso no es periodismo». Como si eso, suponiendo que tuvieran ellos la facultad de decidir qué es periodismo y qué no lo es, justificara la violencia. Y, al revés, como si defender la no violencia fuese legitimar todas las prácticas y el método de los agredidos.
Llegados a este punto y con ánimo de explicar la naturaleza de tan inusitado fenómeno, se me antoja necesario explicar, aquí y ahora, la máxima ‘pardodeverista’ por la cual, si uno es animalista y antirracista, puede llamar a un negro «gorila» y no es insulto. Así, por transposición directa de ordenamiento superior, ser (declararse como) antifascista es una especie de ‘detente bala’ frente a comportamientos fascistas: no es que dejes de perpetrarlos por coherencia, es que aunque los hagas no serán fascismo. Pertenecerán a otra categoría, no sé bien cual, pero desde luego será proba. Es algo así, para que me entiendan, como pegar en un tarro de cristal una etiqueta bien mona que rece «crema de chocolate» y luego llenarlo de lo que uno tenga más a mano (brócoli, pimienta, barro). ¿Qué contendrá el tarro? Pues depende: si usted es de izquierdas (de la correcta, pata negra, con carné), crema de chocolate. De la buena, que lo dice la etiqueta. Si es todo lo demás (ya no derecha o ultraderecha, con no ser de izquierdas fetén es suficiente) contendrá mierda seca (ni lo que diga la etiqueta, ni lo que de verdad contenga: lo peor de entre lo peor, muy mal todo). Es por esta misma norma ‘pardodeverista’ por la que es mucho más grave un comentario agrio en redes (merece amago de éxodo multitudinario a otra red social y clamor de cierre de la primera en toda la comunidad europea) que el empellón voluntarioso.
Supongo que todo esto tiene algo de cognitivo; que, cuando se mueve uno en el mundo de los gestos y todo gesto es muy importante, la vida es una tramoya. Y se acaba dando el mismo valor agresor al micro que a la pistola (en un solo sentido, claro; desde el lado equivocado de la vida, hasta lo meramente descriptivo es violencia). Debe ser parecido a moverse en el escenario de cartón piedra que simula ser la casa ideal: todo es hermoso hasta que se tiene hambre y, al morder la manzana más lustrosa del frutero, resulta ser de cera.