Dame la manita, Pepeluí

El fiscal general de Pedro Sánchez (l’Etat c’est moi) está sufriendo apuros ante el cerco que la Justicia española ha dispuesto en torno a él. El jueves declaraban ante el magistrado Angel Hurtado, del Supremo, la fiscal superior de Madrid y el fiscal de Delitos Económicos, Julián Salto, que tenía encomendada la investigación del presunto fraude fiscal de Alberto González Amador. Las dos declaraciones fueron una tenaza perfecta para Álvaro García Ortiz. El primero había conocido  por boca de la fiscal decana el 8 de marzo que se estaba siguiendo una investigación contra la pareja de Ayuso. Se lo contó la fiscal decana, Virna Alonso. Cinco días después, no es probable que Salto olvide fácilmente esa fecha, porque él estaba disfrutando de un gran partido del Atleti contra el Milan en el estadio Metropolitano cuando le llamó la fiscal jefe de Madrid, Almudena Lastra, para preguntarle por los correos cambiados con la defensa de González Amador en la negociación de un pacto de conformidad. Él comentó que estaba en el fútbol y ella respondió que no había prisa, que dejaban el asunto para el día siguiente, aunque no quedó así la cosa porque a las diez menos ventiún minutos de la noche recibió una segunda llamada, de la fiscal jefe provincial de Madrid, Pilar Rodríguez, para preguntarle por lo mismo. Él vuelve a repetir que está en el fútbol y que haría la gestión al día siguiente. No tardó cuatro minutos en recibir una tercera llamada. Era otra vez Pilar Rodríguez que le conmina textualmente: “¡El fiscal general del Estado no puede esperar, lo necesita saber ya y conocer el contenido de los correos!” Esta Pilar Rodríguez es la misma que bromeaba con Gª Ortiz sobre la conveniencia de añadir un poco de cianuro a la nota de González Amador. Está investigada por revelación de secretos, naturalmente.

Reconocía Salto al juez Hurtado que abandonó el partido y fue a remitir las correos exigidos. Después recibió un mensaje de la fiscal decana para felicitarle por el trabajo realizado”. Por si las cosas no estuvieran suficientemente claras, Julián Salto envió los correos a las 21:50  y poco después aparecieron en la prensa. La fiscal superior, Lastra, se mosqueó al comprobar la filtración de los correos y comprobar que solo podía haberlos filtrado la Fiscalía. El fiscal general la llamó después de intentarlo seis veces y ella le reprochó: “¿Álvaro, lo has filtrado tú?” Él no lo negó: “Eso ahora no importa”, pero va a resultar que sí que importa. Como también importa la declaración de Salto negando la existencia de un protocolo que permita el borrado de whatsapps por cambio de terminales, como había alegado Álvaro Gª Ortiz. Cuando se cambia un terminal se copia en el nuevo toda la información del antiguo, algo de cajón, se le ocurriría a cualquiera que es sí como funcionan las cosas.

Almudena Lastra también contó que tras enterarse de que se había abierto una investigación a González Amador, el teniente fiscal de la Secretaría Técnica le preguntó “si había algo más contra el novio de Ayuso”.

Alvaro Gª Ortiz es una mediocridad, de tal lo tachan fiscales de carrera y como tal lo avala la novia de Baltasar Garzón, fiscal mediocre a la que Sánchez nombró ministra de Justicia (tres veces reprobada por el Congreso) para después convertirla en fiscal general del Estado. Aquí tiene Cuartel de Intxaurrondo la respuesta a las preguntas que se hacía.