Antonio Elorza-El Correo
- Como dijo Pedro Sánchez, nada más fraterno que el Mundial de fútbol a tres, aunque Mohamed VI no se conformará con estar en el palco de honor en Madrid
La acción exterior es el campo donde se aprecia con mayor claridad la subordinación de toda política a las conveniencias de Pedro Sánchez, aun cuando para el espectador prevalezca la dimensión de líder anglófono y seductor, cuyo atractivo potencia en Europa el papel de España. Von der Layen es el mejor ejemplo de esa buena prestación. El contenido es otra cosa, ya que por una parte Sánchez no tiene demasiadas ideas propias, y por otra como sus actuaciones se destinan al consumo interior, cuida mucho las presencias, y sobre todo, las declaraciones. Todo depende entonces de la dirección y de la intensidad del viento. Así cuando Rusia invade Ucrania, parte de una manifestación de dolor por la pérdida de vidas humanas y, si bien condena la violación del derecho internacional, no olvida expresar su solidaridad al pueblo ruso. En medios oficiales se hablará de guerra. Todo se intensifica cuando Kiev toma la iniciativa hasta la segunda mitad de 2023. Luego, silencio. En ningún momento, se dirige a la opinión española para alentar una movilización de solidaridad con la nación invadida. Y España llega a situarse en segundo lugar, después de China, en la compra de gas ruso que reexporta a la UE. Ahora, adiós.
Mucho más activo se muestra en la solidaridad con Palestina, al conocerse la política de destrucción de Gaza, emprendida por Natanyahu, mientras que en un primer momento, tras el 7-O, la reacción no es en modo alguno la requerida por la barbarie de Hamás. Modula las instrucciones sobre información a los medios afines, hasta el punto de que alguna vez es Hamás quien le rectifica con una información veraz, y no tarda en felicitarle por sus tomas de posición, triste elogio. El conflicto con Israel era inevitable. Toma la iniciativa de los dos Estados, para lo cual no necesitaba esperar tanto, busca apoyo en otros países europeos con poco éxito y desde su presidencia de la UE, inacción. Siempre la imagen por delante de la realidad.
La imprevisión domina sus primeros pasos ante Marruecos, viéndose sorprendido por la durísima reacción de Mohamed VI por la atención sanitaria en abril de 2021 al líder saharui. A partir de ese momento, y hasta hoy, el Rey ha decidido tomar el juego en sus manos, sin que Sánchez haya tenido en cuenta la psicología árabe. Una regla primaria es la de guardar la cara, o wajh, respetar y hacerse respetar, no asumir la humillación a que el dominio del otro en la partida te va a someter. De otro modo, estás vendido y el que tú declares, mirando a España, que has ganado, solo lo agrava.
Mohamed VI puso el listón alto: ampliación de aguas territoriales hasta casi Canarias y puñetazo sobre la mesa de la invasión de Ceuta por miles de jóvenes marroquíes (mayo de 2021). Para cambiar la situación, en marzo de 2022, Sánchez decidió un giro copernicano en el tradicional apoyo a la posición de la ONU sobre la ocupación marroquí del Sahara, no limitándose a aceptar de golpe la solución de la soberanía marroquí, con una etérea autonomía para el Sahara. Además, al modo de la futura ley de Amnistía, elogió los esfuerzos de Marruecos por resolver el problema «en el marco de la ONU».
Tal vez era preciso hacer de necesidad virtud, rindiéndose a cambio de control de la inmigración. Pero el procedimiento fue insólito y humillante: asumir el Gobierno español como propia una carta de reconocimiento de la solución marroquí, redactada visiblemente en Rabat, a juzgar por los galicismos, donde Sánchez decía tener un ministro de Asuntos Europeos (sic), despidiéndose «con la expresión de sus sentimientos más distinguidos». La vergüenza fue tal que el Gobierno renunció a exhibir la lettre: solo Bildu se lo pidió (pero no se la entregó). Albares anunció otros compromisos, y no solo en inmigración, sino en «integridad territorial de España», aguas territoriales, y los marroquíes le dejaron que contase su cuento, que en el suyo nada de eso figuraba.
Creyó que volverían las aduanas y el comercio con Melilla y Ceuta, suspendidos en Melilla por Rabat desde 2018, y ahora volverá, pero con un camión al día y todo tipo de restricciones. Se trata de cercarlas, sofocando su economía, aunque eso suponga pobreza regional, de Tetuán a Nador. Y en inmigración el Rey guarda la llave y la tira si un ministro español visita Argelia. La economía bien, con el lobby de José Blanco defendiendo a la agricultura marroquí en Bruselas. Y como dijo Sánchez, nada más fraterno que el futuro Mundial a tres, aunque Mohamed VI no se conformará con estar en el palco de honor en Madrid.
Ante Europa, sin esa presión, puede practicar a fondo la huida de sus responsabilidades, su táctica favorita. Que Rusia amenaza, no importa. Nada de pasar del 2 al 3% de Defensa en el PIB. España ya lo incumple con el 1,3%. Como siempre, el encubrimiento y la inversión de significados. Sánchez se proclama pacifista y prefiere la defensa del clima a los armamentos. Progresismo puro. Igual que en Venezuela prefiere los negocios con el dictador a la democracia.