Jesús Cacho-Vozpópuli
Entrar en Telefónica es entrar en la cámara acorazada del Banco de España, una habitación con vistas al Tesoro
La noticia tan temida como esperada ha llegado: Pedro se cepilla a Pallete. Entrar en Telefónica es entrar en la cámara acorazada del Banco de España, una habitación con vistas al Tesoro. El sueño húmedo de cualquier banda de hampones. Ahí apenas queda empresa -todo el futuro a la espalda-, pero hay pasta para parar un tren. Pasta para financiar al partido y sus satélites y para que la “famiglia” pueda forrarse, podamos hacernos ricos de verdad sin necesidad de que mi Begoña ande por la Complutense como puta por rastrojo mendigando una cátedra de mierda, total pa ná, pa cuatro perras. Lo de Telefónica es distinto; eso es caza mayor para los sociolistos. Y de paso me cargo a los medios críticos, parte esencial de la operación. Les voy a rendir por hambre en un ejercicio, porque Telefónica ha sido siempre el mayor anunciante español. Me quedan cuatro jueces y dos medios (por simplificar). En unos meses les obligo a bajar la persiana. Y todos bajo mi bota. España entra decididamente en el reinado de Pedro I el Grande, una satrapía bolivariana en el sur de Europa, con Felipe VI recluido en un caserón del Monte del Pardo cual figura decorativa. Una dictadura sin ambages y sin pelos en la lengua. Con el Ibex 35 comiendo de mi mano. Y con los españolitos a lo suyo. Unos no se enteran y otros no se quieren enterar. Ellos viven felices -La España alegre y confiada que decía el Caudillo, el otro, el muerto- llenando las terrazas de los bares y los supermercados. Comprando cosas. De vacaciones. De espaldas a la realidad. Como si fueran ricos. Como en la tragedia del Andrea Doria, los pasajeros de primera siguen bailando en la toldilla de popa al ritmo de la orquesta, mientras el barco se va a pique por proa. Sic transit…
Lo ocurrido ayer en el Consejo de Telefónica no es ninguna sorpresa. Está dicho por activa, pasiva y perifrástica. Está feo citarse, cierto, pero esta vez resulta imprescindible para comprender hasta qué punto es el cierre de una operación cantada. 11 de noviembre de 2023 (“El Padrino”): “El hecho relevante emitido por SEPI, según el cual está considerando la toma de una participación en la operadora, es una de esas iniciativas que rozan lo criminal y que solo se pueden concebir en países como el nuestro, gobernados por mafias dispuestas a enriquecerse a calzón quitado. Porque ese insensato comunicado a la CNMV viene a reconocer que el Estado quiere volver a entrar en el capital de Telefónica y no para mejorar su gestión, su cuenta de resultados, ese dividendo del que vive un millón de accionistas españoles, sino para ocupar la compañía, renacionalizar Telefónica para después de repartir puestos y prebendas entre los fieles a Pedro”. El 24 de diciembre del mismo año (“Botín de guerra”), se dijo: “Estuvieron a punto de perder el poder, en un tris de decir adiós al momio, y esta vez van a por todas, sin ningún tipo de complejos. El segundo partido más votado ha formado Gobierno con el cuarto y ambos han decidido repartirse el trofeo. España es para ellos un botín de guerra” (…) No hay ninguna razón que justifique una intromisión semejante en la vida de una compañía privada como Telefónica. El Gobierno dispone de herramientas suficientes (la acción de oro) para salvaguardar los intereses del Estado en una empresa supuestamente estratégica (…) La SEPI no tiene un duro, de modo que para hacer frente a esa inversión el Estado tendrá que endeudarse por casi 2.400 millones (…) ¿Endeudarse para qué? Para que el capo mafioso tenga más empresas, nuevos consejos de administración en los que colocar a sus fieles, recompensar a sus vasallos, pagar el precio que piden sus pistoleros. (…) Todo lo demás es farfolla. Hojarasca. Esto no va de ideología. Va de hampones decididos a hacerse ricos… Il sacco di Roma. Un país al pairo, terreno abonado a cualquier tropelía, a todo tipo de camorras… Y venga deuda y vayan impuestos, porque alguien tiene que pagar la fiesta, las clases medias, los trabajadores que viven pegados a una nómina, sujetos a las horcas caudinas de la Agencia Tributaria”.
Lo ocurrido ayer en el Consejo de Telefónica no es ninguna sorpresa. Está dicho por activa, pasiva y perifrástica. Está feo citarse, cierto, pero esta vez resulta imprescindible para comprender hasta qué punto es el cierre de una operación cantada
De modo que lo de ayer es la consecuencia natural de lo contado. Se viene una fusión Telefónica-Indra. Y aquí podríamos despedirnos hasta el domingo que viene si no resultaran pertinentes algunas consideraciones adicionales. Sobre Marc Murtra, por ejemplo. A lo largo del año pasado, el ejecutivo catalán se había manifestado en privado y de forma reiterada contrario al desembarco de Indra -a su desembarco, para qué engañarnos- en Telefónica. ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión? Es verdad que Murtra no encaja en el descarnado relato de operación, escandalosa operación política con ribetes mafiosos, que merece lo ocurrido. Porque, al contrario que Sánchez, no es un piernas, tiene un buen currículum y, sobre todo, no es un sectario al uso, no es una Chus Montero, ni un Bolaños; es un tipo educado y viajado, aunque sus habilidades como gestor están por demostrar. ¿Cómo encajarlo, entonces? Habrá que otorgarle un cierto margen de confianza, aferrados al argumento evangélico del “por sus obras les conoceréis”. Lo que, sin embargo, resulta evidente en Murtra es su vertiente política, su condición de hombre del PSC, es decir, de peón de brega de Salvador Illa, el personaje y el partido que mandan en el PSOE y que sostienen a Sánchez. Murtra es, además, amigo de Isidro Fainé, el gran capo del grupo Caixa y hombre en la sombra de esta operación, el gran muñidor. De modo que Murtra lo tiene todo, o casi. ¿Telefónica como parte del “cupo catalán”? Alguien ha dicho que este Murtra, por catalán y “pesecé”, vale para presidir Indra, para presidir Telefónica o para operarte de apendicitis.
Pedro concreta en fin de semana su asalto al Ibex. Ha venido a hacerse con el Ibex 35. A llenar el zurrón. La ocupación del poder económico-financiero es parte consustancial al golpe de mano político. La otra cara de la moneda. El Estado se gasta 2.400 millones para que Pedro se haga con Telefónica y desde allí pueda repartir premios y castigos, financie al PSOE, coloque ministros en cesantía, le busque un puesto a su hermano (en Distrito C hay despachos vacíos de sobra), saque a Begoña de hacer la calle en el claustro de la Complutense, etc., etc. y lo hace con nuestro dinero. Pedro construye su virreinato con el sudor de nuestra frente, con nuestra pasta. Pedro se cisca en el dinero del contribuyente, y el contribuyente español paga y calla, se humilla, vuelve el gesto y mira hacia otro lado. Y otra de gambas. El heroico capitalismo español completa esta semana otra de sus brillantes páginas, esta vez a las órdenes de un piernas incapaz de escribir por su mano una tesis de mierda. Acertó Rafael del Pino al emigrar con su Ferrovial. El resto ha claudicado o se escabulle por provincias, lejos del perímetro de la M-30, como Roig o Amancio. Lo han intentado con el salmantino, pero no pueden. Es el único con pelotas para llevarse la sede social fuera de España. Y encima es listo el jodío. Se ha tapado con el PNV, se ha escondido tras las faldas de Ajuria Enea, lo que le convierte en intocable, a cambio, claro está, de tener a medio “peneuve” en nómina. No se puede decir lo mismo del otro salmantino, que a los mandos de un Ferrari como BBV (ya es hora de volver a llamarlo por su nombre de pila) no ha visto la jugada de protegerse como Galán. Carlos desprecia a los viejos aristócratas de Getxo, mal hecho, mal jugado, de modo que ahora podría enfrentarse no al fracaso de la OPA sobre Sabadell, que va de suyo, sino a la vuelta del banco a predios vascos con él en la calle, naturalmente, que lo del palacete parisino es el chocolate del loro. Y quedan Fainé y Oliu, listos para lo que Sánchez tenga a bien. Quien dice Sánchez dice Illa, Puigdemont, Junqueras & Co, que hay para todos en Caixa, Criteria, Naturgy, Colonial y Sabadell.
España se ha convertido en una dictadura de facto, por más que nos neguemos a reconocerlo, porque admitirlo nos situaría ante el imperativo moral de tener que actuar, movilizarnos contra el nuevo Movimiento nacionalsocialista como lo hicimos contra la dictadura de Franco.
España se ha convertido en una dictadura de facto, por más que nos neguemos a reconocerlo, porque admitirlo nos situaría ante el imperativo moral de tener que actuar, movilizarnos contra el nuevo Movimiento nacionalsocialista como lo hicimos contra la dictadura de Franco, y salir de nuestro cómodo ensimismamiento. Con Pedro a los mandos del binomio Telefónica-Indra, empieza a ser complicado creer en la limpieza de cualquier proceso electoral futuro en nuestro país. Difícil también pensar que los nuevos gestores atenderán las demandas judiciales sobre las conversaciones FGE-Moncloa, por no hablar del software de Begoña. Ocurre todo la víspera de que en Occidente se instale una revolución libertaria dispuesta a barrer la basura woke del planeta y cambiar nuestra visión del mundo. Y con España en el furgón de cola, país insignificante, irrelevante, en manos de un ególatra enfermo de vanidad. Mañana lunes se inicia una nueva era con Estados Unidos convertido, guste o no, en indiscutible líder mundial. Quienes pronosticaron el ocaso del imperio americano han fallado estrepitosamente. “Estados Unidos nunca ha sido tan poderoso”, escribía este jueves Danièle Guinot en Le Figaro. “La economía más grande del mundo, en su mejor momento, absorbe casi la mitad del capital financiero del planeta. En 2022-2023, el país atrajo el 41% de los flujos financieros globales (inversiones, operaciones comerciales, etc.). Una proporción colosal, nunca vista hasta ahora, que casi se ha duplicado respecto a 2019 (23%). Una economía insolentemente sana, que disfruta de energía barata, mano de obra cualificada y unos fondos de inversión capaces de empeñar enormes recursos en proyectos de innovación a largo plazo. La política de Trump de recortar gasto público, bajar impuestos y aumentar la desregulación incrementará el atractivo de un país con el que sueña un creciente número de compañías europeas.
Los líderes de los famosos “Siete Magníficos” (Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla), se han alineado ya con Trump. Bill Gates ha sido el último en unirse a la fila. Se trata de una elite empresarial empeñada ahora en la conquista del espacio, mientras la nuestra se conforma con inclinarse ante Sánchez en Davos (la mascarada de Davos, el negocio bobo de un golfo globalista, discípulo de Soros, de nombre Klaus Schwab). Ahora más que nunca estamos obligados a resistir. Y a denunciar con mayor ahínco a los enemigos de nuestra democracia. Feijóo, tan criticado, a veces con razón, se apuntó ayer un tanto en Berlín al incluir en el comunicado del PPE “la profunda preocupación por el deterioro democrático en España, a la que sitúan al nivel de la Hungría de Viktor Orbán”. Sigo convencido de que a este pájaro le quedan cuatro días. Todos los golpes que emprende, ese “más difícil todavía” con el que semanalmente nos castiga, no hacen sino acercarle a su final. Confieso que verle sufrir como a un perro diariamente humillado por un tal Puigdemont no deja de producirme cierta satisfacción; es la pobre revancha de un país ultrajado ante las desdichas de su maltratador. Es el líder de Junts quien puede descabalgarlo el día que quiera, si antes un juez no se decide a pedir el suplicatorio. Atentos al 28 de febrero.