Óscar Monsalvo-Vozpópuli
Para conseguir que sus mentiras pasen por verdades es repetir constantemente que la verdad es muy important
Hablábamos la semana pasada sobre la exagerada reacción de la prensa ante la entrada de Elon Musk en el juego de la opinión y la influencia. No es una reacción irracional motivada por el odio ni por la ideología. En realidad se trata de una batalla mucho más amplia y profunda que los periódicos toques de atención ante la supuesta vuelta del fascismo. Se trata de algo más antiguo: el deseo de construir un monopolio tácito de la información. Entre otras cosas para poder colocar la etiqueta del fascismo a cualquiera que defienda algo distinto.
En una semana, cualquier semana, se pueden ver tres o cuatro ejemplos de las fuerzas que se están movilizando para conseguir este objetivo. Gobierno, partidos de izquierdas y prensa amiga son conscientes de que deben funcionar como un único bloque, y de que una de las herramientas imprescindibles para conseguir que sus mentiras pasen por verdades es repetir constantemente que la verdad es muy importante.
Tomemos El País, por ejemplo. En el periódico se leen continuamente encendidas defensas de la verdad, del derecho a la información, del rigor y de la buena voluntad de un Gobierno comprometido con todo ello. Se leen también, con perfecta simetría, inflamados ataques contra la “máquina del fango”, contra los “propagadores de bulos”, contra los “pseudomedios” y contra quienes cuestionan la buena voluntad de un Gobierno que pone las palabras exactas que después repetirá El País.
Trata de España, no del Perú
Uno de los frentes en esta batalla por la verdad y contra la manipulación es la defensa cerrada del fiscal general del Estado. Claudi Pérez, director adjunto de El País, mostró el martes pasado el alcance exacto de este compromiso, digamos, en las antípodas de lo que decía Aristóteles. Amigo de la verdad, vendrían a decir, pero más amigo de Álvaro García Ortiz.
Citaba Pérez el Estatuto Orgánico de la Fiscalía para defender las acciones de García Ortiz, por las que está siendo investigado. “Para el ejercicio de sus funciones, podrá informar a la opinión pública de los acontecimientos que se produzcan siempre en el ámbito de su competencia”. Cortita y al pie. Injusticia corregida. Inocente exonerado. Pérez va a la verdad y a los hechos como Atticus Finch en el estrado. Pérez lee para que sus lectores puedan ver garantizado su derecho a una información libre, veraz y completa. Sobre todo completa. El problema es que Pérez lo publicó en la red social X, del infame Elon Musk, y ya se sabe lo que pasa a veces: los lectores añadieron contexto.
Debemos confiar en los periodistas profesionales, en los verificadores neutrales, en los expertos con denominación de origen, en los académicos de prestigio
En concreto, añadieron que la cita de Pérez estaba incompleta. Tras “competencia” no venía un agradable punto final, sino una incómoda conjunción copulativa. El artículo del Estatuto Orgánico seguía así: “Y con respeto al secreto del sumario y, en general, a los deberes de reserva y sigilo inherentes al cargo y a los derechos de los afectados”. Digamos que con el añadido la cosa cambia un poco. La relación con la verdad y los hechos en las palabras de Pérez recordaba más a Lionel Hutz que a Atticus Finch, aunque al menos se trataba del Estatuto Orgánico de España y no de Perú.
La omnipresente campaña orwelliana por la verdad y contra la desinformación se explica precisamente por casos como éste. La verdad es la verdad del Gobierno, y la desinformación es la verdad de los hechos. Debemos confiar en los periodistas profesionales, en los verificadores neutrales, en los expertos con denominación de origen, en los académicos de prestigio. ¿Cómo vas a desconfiar de la veracidad de una información de Claudi Pérez, nada menos que director adjunto de El País? ¿Cómo te vas a fiar de una precisión en X, la red social de un fascista?
Unos días antes de la cita incompleta, un divulgador de los que divulga la Cadena Ser -y por tanto experto con denominación de origen- escribía en la misma red social una reflexión muy oportuna sobre las notas de la comunidad que tanta incomodidad generan en los paladines de la verdad unidireccional. “Gente defendiendo que para saber si una cosa es correcta o es un bulo se confíe en aquello que decida más gente. Y parece que lo dicen en serio. Las risas”.
No es libertad, es desinformación
Mismas fechas, misma red social, Cadena Ser. “Un experto en Memoria Democrática advierte sobre la asignatura pendiente en los institutos: “Hay que aprender a combatir a la extrema derecha”. La foto que ilustra el tuit es de Santiago Abascal, y el experto en Memoria Democrática resulta ser un “joven matemático de 26 años”.
Terminamos el 13 de enero, entre El País y el divulgador defensor de la verdad de los expertos. Mensaje del PSOE. “¿Crees que no te afecta que la información que recibes en redes sociales no esté verificada? Te equivocas. No es libertad, es desinformación que pone en riesgo a nuestra democracia”.
Toda la campaña del PSOE, del Gobierno, de los divulgadores con label, de los expertos autorizados, de los verificadores profesionales y de las cabeceras más ilustres del periodismo español por la verdad y contra la desinformación se entiende a la perfección en una semana. Cualquier semana.