Ignacio Ruiz-Jarabo-Vozpópuli
Su conducta responde a la obediencia militar más estricta, al estoico cumplimiento de las órdenes que recibe de Sánchez, su jefe
Fue hace tan solo unos días. Tras conocerse que el móvil incautado por la Guardia Civil a don Álvaro García Ortiz en el registro de su despacho estaba vacío de correos, Sánchez comparecía ante los medios y con cara amenazante y voz autoritaria preguntaba retóricamente quién iba a pedir perdón a “su” Fiscal General, empleando el pronombre posesivo para atribuir al Gobierno la posesión sobre García Ortiz. Tamaña torpeza esta utilización del pronombre reseñado y no por faltar a la realidad, pues la conducta de Don Álvaro es la propia de un siervo ante su amo Sánchez, sino por lo que tiene de confesión pública de la inconcebible subordinación del Fiscal General al Gobierno.
Igual de torpe o aún más fue la pregunta formulada: “¿Quién va a pedir perdón al Fiscal General?” puesto que existe una prueba evidente y objetiva de la dimensión de esta torpeza. Es fácil comprobar que la práctica comunicativa habitualmente empleada por el Gobierno y por el PSOE consiste en que Sánchez lanza una frase o idea supuestamente imaginativa o feliz e inmediatamente los suyos se afanan en repetirla robóticamente y sin cesar. Recordemos sus referencias a los bulos y a la fachosfera o su calificación como extrema derecha al PP. En estos casos, y en otros muchos, la idea supuestamente feliz enunciada por Sánchez la escuchamos después hasta la saciedad por boca de sus acólitos, políticos y mediáticos. Sin embargo, en esta ocasión, ni una sola voz del ejército sanchista se ha hecho eco de la exigencia de su jefe relativa a las disculpas que deben pedirse al Fiscal General. Ni siquiera lo ha hecho El País, ese diario ex independiente de la mañana, pese a que sus silencios y omisiones en al caso García Ortiz pasarán a los anales de la más burda manipulación periodística.
Ante el escenario descrito, desolador para el orgullo y la soberbia de Sánchez, yo me propongo ser solidario con él, pues la evidencia de su torpeza me inspira a la vez compasión y ternura y, sí, voy a hacer un acto personal de contrición pidiendo públicamente perdón al Fiscal General por varios, diversos y justificados motivos. De manera que desde estas páginas me permito dirigirme a don Álvaro García Ortiz en los siguientes términos:
Señor Fiscal General: Quiero trasladarle mi arrepentimiento y mi humilde petición de disculpas por todas las veces que he malpensado de usted. Lo hago confiando en que su benevolencia me permitirá obtener el perdón general que solicito.
OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por considerar que su situación de investigado -antes imputado- por un órgano judicial implica la existencia de indicios relevantes de su conducta delictiva. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por creer que la señalada situación es un descrédito para la Fiscalía y una vergüenza para el Estado. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por malpensar que usted ha eliminado u ocultado pruebas de su posible comisión del delito de revelación de secretos, eliminación u ocultación que presuntamente puede suponer otro delito adicional de aquél por el usted está siendo investigado. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por haber malpensado al considerar que usted actuó de manera inaceptable cuando en una entrevista televisada presumió disponer de información que pondría en dificultades a los partidos políticos. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por mi mal pensamiento al interpretar que su manifestación era una amenaza para las formaciones políticas distintas a la que usted sirve. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por pensar mal al considerar extremadamente grave que usted respondiera “Eso ahora no importa” cuando la fiscal jefe de Madrid le preguntó si era usted quien había filtrado los datos reservados de un ciudadano.
Perdón señor fiscal por creer que sería adecuada la anulación de su nombramiento como Fiscal General, cuestión que ha de resolver en los próximos días el Tribunal Supremo
Continúo. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por haber vuelto a malpensar al considerar indignante que usted haya ordenado a sus colaboradores que se conviertan en defensores de la mujer y del hermano de Sánchez en las causas judiciales en las que ambos están siendo respectivamente investigados. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por haber malpensado otra vez de usted cuando la Justicia ha anulado varios de sus nombramientos motivando la anulación en base a la “desviación de poder” en la que usted había incurrido. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por haber tenido otro mal pensamiento al estimar que usted no cumplía el requisito de idoneidad, tal como acordó el Consejo Fiscal, para ser nombrado Fiscal General. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por creer que sería adecuada la anulación de su nombramiento como Fiscal General, cuestión que ha de resolver en los próximos días el Tribunal Supremo. OTROSÍ DIGO: Perdón señor fiscal por considerar en fin que, debido a todo lo expuesto hasta ahora, resulta vergonzoso y lacerante que usted siga aún en su puesto y no haya tenido la dignidad de dimitir.
Podrá comprobar Sánchez que yo sí hago caso a la orden que revestida como pregunta retórica tuvo a bien impartir ante los medios de comunicación. Y aunque ni los oficiales ni los soldados del ejército sanchista hayan hecho esta vez la ola a su instrucción, yo sí me he disculpado ante “su” Fiscal General esperando de la bonhomía de Don Álvaro García Ortiz que acceda a mi súplica y tenga a bien perdonarme, algo que le agradecería eternamente. Y como muestra anticipada de mi agradecimiento, voy a proponer un cambio en la denominación del cargo que ocupa, cambio que operaría hasta el momento en el que se produzca su inesperada dimisión o quizás la esperable anulación de su nombramiento por decisión de la Sala Tercera del Tribunal Supremo.
Al General Fiscal, del ejército sanchista claro, hay que agradecerle que por mejor obedecer a su jefe, ni siquiera le ha importado hacer escandalosamente el ridículo ante la sociedad española del modo en el que lo viene haciendo
Creo que don Álvaro se ha hecho acreedor al título de General Fiscal, del ejército sanchista claro. Se lo merece porque su conducta responde a la obediencia militar más estricta, al estoico cumplimiento de las órdenes que recibe de Sánchez, su jefe. Es un mérito que se ha ganado a pulso por cumplir disciplinadamente las instrucciones recibidas sin importarle el coste que eso supone. No le ha importado poner en peligro el Estado de Derecho, emborronar el prestigio de una institución centenaria y venerable como es la Fiscalía, o dificultar la impartición efectiva e imparcial de Justicia. Tampoco le ha importado poner en juego ni su propia carrera profesional ni el posible prestigio, lo desconozco, que antes pudiera tener. Aún más, al General Fiscal, del ejército sanchista claro, hay que agradecerle que por mejor obedecer a su jefe, ni siquiera le ha importado hacer escandalosamente el ridículo ante la sociedad española del modo en el que lo viene haciendo.
Cien actos conmemorativos
Es sabido que los españoles somos reacios a reconocer en vida los méritos de nuestros conciudadanos. Pero con don Álvaro García Ortiz habría que hacer una excepción pues merece ser homenajeado ya mismo, sin esperar a que se cumplan los cincuenta años de su -espero que lejano- fallecimiento. En su caso, todos -incluido SM Felipe VI, debidamente invitado por Sánchez- deberíamos asistir a cada uno de los cien actos conmemorativos que se organizasen para reconocer el carrusel de méritos que acompañan al General Fiscal, del ejército sanchista claro.
Y ya puestos, propongo al Ayuntamiento de Madrid que revoque la norma que impide poner a cualquiera de sus calles el nombre de una persona viva para que, inmediatamente, pueda bautizarse una con su nombre. Así, los madrileños podríamos pasear alegremente por la travesía llamada Álvaro García Ortiz. También me atrevo a proponer un texto para su futuro epitafio, cuanto más tarde se precise mejor, en el que pueda leerse: “Fue un gran General Fiscal, del ejército sanchista claro, que no se rindió nunca ante nada, ni siquiera ante la Ley”.