Ignacio Camacho-ABC

  • Un nuevo capitalismo de amigotes emerge de un proceso flagrante de acumulación de poder con pretorianos en puestos clave

Un hachazo, un pino. Sánchez no puede gobernar en sentido estricto porque no le dejan sus aliados, pero mientras esté en el poder tiene recursos de sobra para ocupar instituciones o empresas al asalto. El de Telefónica era coser y cantar desde que la SEPI entró con vara alta en su accionariado. Unas llamadas a los consejeros y al saco. Pallete, un ejecutivo bastante ajeno a los intríngulis de la política –nada parecido a su mentor Alierta–, ni siquiera vio venir el golpe de mano. El viernes por la tarde, con el mercado de valores cerrado, lo citaron por sorpresa en la Moncloa cuando se preparaba para intervenir en Davos y unos subalternos le dijeron a bocajarro que se diera por cesado. Eso sí, con un finiquito multimillonario para que no se vaya descalzo. Maniobra relámpago y vía libre para colocar a Murtra al mando. Un hombre de Illa, gestor competente bien conectado con los poderes económicos catalanes que el sanchismo necesita de su lado. Y una compañía de primer nivel con suficientes despachos en las Tablas para que Moncloa los pueda llenar de pretorianos. La oposición tampoco se enteró; hace tiempo que sus contactos en el IBEX se esfumaron. Y los accionistas de las antiguas ‘matildes’, capitalismo popular, están cautivos y desarmados frente al núcleo duro que traza el rumbo en las reuniones de alto rango. La absorción de Indra será el próximo paso. Una renacionalización camuflada bajo el interés de Estado.

En términos abstractos se puede razonar y hasta justificar una operación de esta clase. Los problemas recientes de competitividad, la caída de la cotización bursátil y, sobre todo, la soberanía económica, la conveniencia de un sector tecnológico propio y fuerte capaz de resistir el avance de los emergentes imperios supranacionales, cuyo empuje bajo la presidencia de Trump amenaza con volverse incontrolable. Pero estando por medio Sánchez hay que hablar de otra cosa, de la obsesión por apoderarse de todos los resortes de control que queden a su alcance. Telefónica no sólo es una firma estratégica en el campo de las comunicaciones, la inteligencia artificial y las redes digitales. Se trata de una herramienta decisiva en el ecosistema informativo, de enorme relevancia en los medios como primer anunciante y propietaria de un conglomerado de contenidos audiovisuales. Un vector de influencia, un excepcional emisor de mensajes con un músculo financiero de altas capacidades. En este contexto, la idea de un nuevo «capitalismo de amigotes» aparece al fondo de un proceso de concentración de poder aplastante. Gente de confianza en puestos clave, peones capaces de garantizar la ‘longa manus’ del Gobierno en cualquier parte. La respuesta de la empresa intervenida a la petición judicial sobre los datos borrados del fiscal García Ortiz será la primera prueba de contraste sobre la autonomía de sus recién aterrizados responsables.