Carmelo Tajadura-Vozpópuli
En lo que sí destaca el Gobierno, en realidad, es en poner trabas a la actividad económica
Nuestro intrépido presidente del Gobierno pretende ahora erigirse en el contra modelo internacional a Trump, argumentando que la economía española es la mejor del mundo, defendiendo lo opuesto al norteamericano y tildando de ‘internacional ultraderechista’ a todo el que se le acerque. No se rían, eso dicen sus medios afines y lo hacen, sin duda, porque esa será la orden que les habrá impartido.
Esta semana, en la reunión de Davos, Sánchez pretende exhibir lo que él llama el éxito del modelo económico español, un lema que repite con frecuencia últimamente y para el que dice tener datos imposibles de rebatir. Cifras que parecen ser, supuestamente, el crecimiento del PIB total -muy superior al de países en crisis como Alemania o Francia- o la evolución del número de afiliados a la Seguridad Social. Eso sí, olvida decirnos que más de la mitad del crecimiento se debe al gasto público financiado con deuda e imposible de sostener. Que el PIB per cápita evoluciona mucho peor, porque la afluencia de inmigrantes (muchos no deseados) sostiene aquel. O que los datos de afiliación y paro están tergiversados por el pluriempleo a tiempo parcial y por las trampas estadísticas de la ministra de Trabajo. La verdad es que, aunque el departamento de propaganda sea lo más exitoso del Gobierno, sólo los muy adictos y los que reciben prebendas se la creen realmente…
Tras la moto y el cohete ahora se ha pasado al barco. Anda diciendo que vamos viento en popa a toda vela y no para de citar un ranking -defectuoso y bastante poco indicativo- de una revista británica
Pero a Sánchez le importa poco que sea cierto lo que dice. Como el pasado domingo: “Nos decían que era imposible revalorizar las pensiones y no llenar la hucha de las pensiones y lo vamos a hacer con 30.000 millones de euros…” Realmente, tras oír esto, uno no puede menos que dudar de que aprendiese algo de economía (es incluso doctor, aunque quizás “fake”). Es sabido que el sistema de pensiones es muy deficitario y se cubre con impuestos y deuda. Claro, que la alternativa a que no entienda lo que dice es que mienta conscientemente. Quizás sean las dos cosas a la vez…
Resulta inconcebible que, a estas alturas, sigamos con déficit estructural. Que Sánchez promueva continuamente el aumento del gasto público ineficiente e improductivo y olvide la inversión pública. Y que, desde que gobierna, la deuda haya crecido en cerca de medio billón de euros. En realidad, lo único que va relativamente bien es el sector exterior, sobre todo los servicios turísticos y también no turísticos. Claro que, ahí, Frankenstein tiene poco que ver…
Pero todo esto le da igual a nuestro campeón. Que, tras la moto y el cohete ahora se ha pasado al barco. Anda diciendo que vamos viento en popa a toda vela y no para de citar un ranking -defectuoso y bastante poco indicativo- de una revista británica. La verdad es que esto recuerda a lo que decía Zapatero poco antes de la crisis que comenzó en 2007/2008 y esperemos que no tenga el mismo desenlace que aquello.
En lo que sí destaca el Gobierno, en realidad, es en poner trabas a la actividad económica. Así, la inseguridad jurídica está cada vez más amenazada. La reglamentación laboral aumenta costes para las empresas de manera desproporcionada. El intervencionismo creciente tiende a ahuyentar la inversión, nacional y exterior. La voracidad fiscal y el esfuerzo fiscal no dejan de progresar.
Vistas las actuaciones del gobierno Frankenstein, hay que pensarse dos veces invertir en empresas donde tiene participación el Gobierno o que estén en sectores regulados donde interviene…
Un ejemplo de intervencionismo lo tenemos en la reciente invasión de Telefónica. No es presentable que se use el dinero de nuestros impuestos para controlar una empresa privada. Hay quien argumenta que Francia, Alemania e Italia tienen participaciones significativas de su teleco. Pero no es lo mismo que un Estado tenga un cierto porcentaje no desinvertido aún, fruto de la propiedad histórica, que haberla vendido en su totalidad -como es el caso de España en TEF- y ahora dedicarse a comprar con fines inconfesables… Y, además, arramblar con el buen gobierno corporativo (lo de “buen” es un decir) de la compañía. ¿Para qué sirven los consejeros independientes? Todo eso solo puede echar para atrás a la inversión y, de hecho, la extranjera hoy es mucho menor que cuando llegó Sánchez. Porque, vistas las actuaciones del gobierno Frankenstein, hay que pensarse dos veces invertir en empresas donde tiene participación el Gobierno o que estén en sectores regulados donde interviene…
Pero Sánchez es inasequible al desaliento y, con la ayuda de “Napoleontxu” Albares, quiere plantar cara a Trump. Frente a la desregulación, la sobrerregulación europea y la intervención en la economía. Frente a bajos impuestos, fiscalidad opresiva. Frente a la cruzada anti-woke, el patrocinio de diversos “wokismos”. Presumir de nuestro estado del bienestar, aunque lo financiemos con deuda, etc… Y con Sánchez autodefinido como el líder frente a la ultraderecha. Si el presidente norteamericano fuera consciente de todo esto solo traería consecuencias nefastas para Sánchez -lo que sería merecido- pero probablemente también sería muy dañino para España. Y no nos lo podemos permitir. De momento, Trump no debe saber exactamente dónde está España (habla de los BRICS) ni mucho sobre nuestro sin par Pedro. Confiemos en que sus asesores le informen de que está asediado por la corrupción, es sospechoso de ser la X de algunos presuntos delitos, e intenta encubrir las investigaciones sobre su familia mediante la agresión al poder judicial y a los medios independientes. Y que Trump se limite a despreciarle…
Por cierto, más vale que, si Sánchez coincide con él en alguna reunión de la OTAN, no le persiga al urinario como hizo con Biden. Porque Trump, a lo peor, mandaría intervenir al servicio de seguridad…