Gorka Maneiro-Vozpópuli

Me parece un regalo acorde con los méritos acumulados por el PNV en defensa del Estado y del bienestar de los españoles

Entre las medidas incluidas en el decreto ómnibus rechazado la semana pasada en el Congreso de los Diputados se encuentra la entrega al PNV de un palacete propiedad del Estado ubicado en pleno centro de París, zona tensionada. Personalmente, no tengo la menor duda de que el PNV se merece dicho inmueble. Poco me parece, de hecho. Cómo sois algunos, negar que el PNV no sea digno de dicho palacete, como si no estuviera sobradamente demostrado que se lo merece. Eso y mucho más.

Incluso me parecen bien las formas empleadas para la aprobación de la medida, con nocturnidad y alevosía, dentro de un decreto ómnibus y entre un batiburrillo de medidas tan relevantes como la revalorización de las pensiones, la prórroga de las rebajas en el precio del transporte público o la extensión de las ayudas a los afectados por la DANA o por el volcán de La Palma, entre otras veinte prórrogas normativas y más de cuarenta reformas legislativas. Todo debatido al unísono, como mandan los cánones parlamentarios. De entre todas esas medidas, bien podría considerarse la entrega del palacete al nacionalismo vasco como la medida social más urgente para atender a los nacionalistas más desfavorecidos, el escudo social más indispensable que proteja al PNV de la intemperie.

Que la plebe no se entere de los tejemanejes de nuestros dirigentes y de los acuerdos entre el Gobierno de España y el PNV, los cuales, sobra decir, son en beneficio de todos, como siempre han sido

La fórmula legal empleada, además, el decreto ómnibus, me parece un recurso legislativo brillante propio de mentes preclaras y acorde con los nuevos tiempos: añadir a medidas que suscitan consenso y que todos los partidos apoyan, otras que no tienen la mayoría, para que los que quieren apoyar las primeras se vean obligados a votar las segundas, aunque no las compartan. Es el juego limpio de toda la vida. Al fin y al cabo, la política es para trileros modelo Sánchez, ejemplo para nuestros jóvenes. Ya vendrán después los publicistas a sueldo del PSOE, y el resto de palmeros que esperan recibir prebendas, a culpar a cuantos se nieguen a regalar el palacee de oponerse a las medidas sociales más urgentes. Además, es mejor hacerlo así (con nocturnidad y alevosía) que con luz y taquígrafos y medida por medida: que la plebe no se entere de los tejemanejes de nuestros dirigentes y de los acuerdos entre el Gobierno de España y el PNV, los cuales, sobra decir, son en beneficio de todos, como siempre han sido. Si, en el ínterin, se consigue vender la mentira de que hay quien se opone a la revalorización de las pensiones o a la extensión de las ayudas a los afectados por la Dana, la jugada es redonda. En todo caso, insisto, qué menos que un palacete en París para el PNV. Cualquier duda al respecto ofende a la inteligencia, y a los méritos de los jeltzales me remito.

El PNV se posicionó en la vanguardia de la lucha democrática, como todo el mundo sabe, razón por la cual sus militantes sufrieron cárcel y exilio. Tantos fueron que se pueden contar con los dedos de una mano

El PNV fue fundado por el racista Sabino Arana, cuyo odio a todo lo español fue la base de su pensamiento y de su obra política. Quien tenga dudas al respecto, que se acerque a sus escritos, muestra de su racismo, machismo, misantropía y clasismo, todo ello en grado superlativo. Pero eso fueron solo los inicios y la base de lo que padecimos luego. Durante la dictadura franquista, el PNV se posicionó en la vanguardia de la lucha democrática, como todo el mundo sabe, razón por la cual sus militantes sufrieron cárcel y exilio. Tantos fueron que se pueden contar con los dedos de una mano, y los pocos que fueron, lo fueron a título personal y al margen del PNV. Antes se produjo el Pacto de Santoña, por el cual el PNV abandonó a la República en su propio beneficio, cosa que casi no puede creerse habida cuenta su habitual práctica política. Llegada la democracia, el PNV se abstuvo ante la votación y el posterior referéndum de la Constitución Española, a pesar de incluir el Concierto Económico. Desde siempre todo le supo a poco.

Ya en democracia, todos recordamos el papel del PNV en relación al terrorismo de ETA, consistente en recoger las nueces del árbol que movía ETA. Y su apoyo a las víctimas y en contra de hacer concesiones a la banda. Qué recuerdos. ¿Lo recordáis? Yo tampoco. Por eso firmó el Pacto de Lizarra tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, para impedir que Euskadi se españolizara, que había que vencer a ETA pero no a cualquier precio. Por lo demás, ahí tiene el Concierto Económico, que permite que los vascos no aportemos a las arcas del Estado lo que nos corresponde, apoteosis progresista de la igualdad y la redistribución inversa. Y tantos otros acuerdos que antepusieron lo propio a lo óptimo, eslogan fundacional del nacionalismo vasco.

Con este balance, sobran los motivos para que se conceda al PNV el palacete parisino que reclama.

Poco me parece, incluso. Además, es reivindicación histórica del PNV, que es como decir de obligado cumplimiento. Y tal cosa no se discute. El PNV se lo merece y punto

En 1943, un Tribunal de París consideró falsa la procedencia de los fondos con los que supuestamente el PNV había comprado el edificio, dado que, al parecer, en realidad procedían de «robos o confiscaciones del tesoro español». Ya en 2003, el Tribunal Supremo falló que el palacete «nunca fue incautado en aplicación de la ley franquista de responsabilidades políticas» y que su integración en el Patrimonio del Estado «se efectuó en virtud de sentencia judicial». Pero tampoco vamos a ponernos tiquismiquis con realidades históricas ni disquisiciones legales a estas alturas del partido. Y porque tampoco es para tanto lo que se pretende entregar al nacionalismo vasco. Ni que fuera el Palacio de Versalles. Al fin y al cabo, el susodicho palacete, solución habitacional para salir del paso antes de independizarse de los padres, actual sede del Instituto Cervantes, dispone de 1.309 metros cuadrados, se encuentra ubicado en la Avenida Marceau, cerca de los Campos Elíseos, y su valor de mercado alcanza los 17 millones de euros, pura calderilla.

Vistos los datos, me parece un regalo acorde con los méritos acumulados por el PNV en defensa del Estado y del bienestar de los españoles. Poco me parece, incluso. Además, es reivindicación histórica del PNV, que es como decir de obligado cumplimiento. Y tal cosa no se discute. El PNV se lo merece y punto.