José Alejandro Vara-Vozpópuli

El escenario más temido puesto que supone el reconocimiento de su fragilidad, de su vulnerabilidad. Tremenda bofetada

Junts ha destrozado a Sánchez como Trump hizo con Petro. En un plis plas. Una humillación sin anestesia, una bofetada sin miramientos. Una colosal trompada. “Sí o sí”, clamaba Sánchez desde Canarias este fin de semana. Su artefacto ómnibus de las 80 medidas ‘imprescindibles’ de lo que llaman ‘escudo social’ iba a salir adelante contra viento y marea. Enterito, sin trocearlo, tal cual lo diseñó Bolaños en diciembre, con el acuerdo de los supremacistas vascos, los fregasuelos de ERC y el gallego de la gaita. “Buscaré los votos hasta debajo de las piedras”, recitaba el presidente con ese clamor de mitinero de barriada, propio de un ser desesperado sin clavo al que agarrarse. No se podía permitir ‘el dolor social’ que la derecha pretende infligir a los desfavorecidos, a los pobres ancianitos que viven malamente de su jubilación. Anuncios baldíos proferidos en la antesala de la derrota desde la conciencia del perdedor.

Cuando este martes apareció finalmente ante los medios, tras un consejo de Ministros pospuesto y atolondrado, su cara parecía el anuncio del juicio final. Tuvo la gallardía, inédita en quien huye de todo escenario adverso, de comparecer en la sala de Prensa para anunciar la derrota, para intentar aliviar el cataclismo. No lo logró. Ni siquiera las tradicionales embestidas contra el PP y Vox sonaban con la rudeza de siempre, con esa virulencia a la que recurre cuando vienen mal dadas y solo queda la desesperada argucia de demonizar al enemigo, alinearlo con todos los horrores imaginables para expulsarlo del tablero. La soberbia es su compañera infatigable. Una simple llamada a Génova, una sencilla conversación con Feijóo para pactar estos temas le habrían evitado la capitulación ante el prófugo, semejante liturgia de la sumisión. Ah, pero el PP…

Habrá alza de las pensiones, habrá transporte gratuito, habrá paquete para la Dana sin necesidad de dar vía libre al tremendo armatoste con el que el Gobierno pretendía colar todo cuanto queda en la vía muerta por la ausencia de Presupuestos. Y aun más.

Convertirlo en un guiñapo que se inclina ante sus reclamos y exigencias es una de sus obsesiones. Lo lleva haciendo desde hace años. Con los indultos, la malversación, las vergonzantes negociaciones en Ginebra, la amnistía (asunto no resuelto del todo)

Puigdemont  lo ha logrado. El forajido de Waterloo disfruta en forma especial haciendo sufrir a Sánchez. Aburrido en su palacete belga, apenas dispone de otro entretenimiento que el de perseguir minutos de protagonismo, intentar que alguien le escuche, en suma, ser alguien aunque sea por un instante. Y, por supuesto, encelarse en el apasionante juego de torturar al presidente del Gobierno, al que detesta, al que considera un petulante sin principios, un botarate impredecible capaz de cualquier cosa. Convertirlo en un guiñapo que se inclina ante sus reclamos y exigencias es una de sus obsesiones. Lo lleva haciendo desde hace años. Con los indultos, la malversación, las vergonzantes negociaciones en Ginebra, la amnistía (asunto no resuelto del todo). Esta vez la jugada le ha salido redonda. No sólo ha pulverizado su engendro legislativo sino que, además, le ha inferido la herida más cruel, la puñalada que más duele, la que no mata pero provoca una herida incurable. Ahora acaba de conseguir algo que parecía imposible. Ha logrado que Sánchez acepte debatir en el Congreso si se somete a la cuestión de confianza. El escenario más temido puesto que supone el reconocimiento de su fragilidad, de su vulnerabilidad, de que no es el gran caudillo invencible, inmune a todo mal y vencedor en todas las batallas.

La gente está harta de sus embustes

Junts es el talón de Aquiles de Sánchez, su flanco más débil, la poderosa lanza que puede destrozar su Manual de resistencia, ese libro que nunca escribió. Junts, en verdad, no es más que un grupito de siete diputados, groseros y zafios, que apenas a nadie representan, y que, por una cabriola indecente, se han convertido en la llave que controla el devenir del sanchismo. Son ese raquítico grupo parlamentario que le aupó hasta la Moncloa, que le ha obligado a tragarse toneladas de sapos, a mentir sin mesura y a traicionar todas sus promesas.

Ahora le han forzado a trocear su ómnibus intocable, a hacerlo añicos, a merendarse todas sus promesas, a olvidarse de sus imbatibles anuncios. A moder el polvo. Este martes tiene un algo de miserere, de preludio de una fiesta que se acaba, de anuncio de que ya llega el fin. La gente está harta y él lo sabe. Sólo falta que alguien dé el penúltimo empujón y que una mente caritativa escriba un piadoso epitafio.