Juan Van-Halen-El Debate
  • Si Vox no hubiese perdido 19 escaños en las últimas generales, en las que el PP subió 48, ahora estarían gobernando. Nadie debe confiarse. España, históricamente, desconfía de posturas radicales

Cuando lo que merece crítica la recibe más allá de las ideologías, se manifiesta una diferencia: la izquierda no critica a la izquierda. Reaccioné con sorpresa y cierto cabreo ante la decisión del PP de votar a favor de la nueva versión del decreto ómnibus que, pese a lo que aseguró Sánchez, una vez más mintiendo, cambió. De ochenta medidas pasó a veintinueve. Pese a ello se incluían algunas a las que el PP se había opuesto. Ello se ha reflejado en un frente abierto contra ese anunciado voto en medios nada sospechosos de izquierdismo, lo que evidencia su libertad. Se había insistido en la donación del palacete del Instituto Cervantes en París al PNV, no al Gobierno autonómico vasco. Otra trampa del trilero a costa de los españoles.

El partido de Feijóo había destacado su rechazo al decretazo con el ariete de la entrega del palacete parisino, en paralelo a la congelación, de hecho, de las pensiones, de las ayudas al transporte público y de los auxilios por la dana. La entrega del edificio parecía protagonista del enfrentamiento. Me extrañó que se centrase el problema en el palacete de la avenida Marceau, 11, de París, y se olvidasen el llamado Hotel de Mont Renaud, boulevard Carnot, 77, en Noyon, y el inmueble Ferme de l`Hotel de Dieu, rue Mitry, s/n, en Compans, también afectados por el decretazo. El Cervantes disfrutará su actual sede hasta el final de 2030. Desde ahora se pagará al PNV una renta anual considerable. Una negociación pésima.

Repasemos la Historia. En junio de 1937 las tropas de Franco rompieron el llamado Cinturón de Hierro de Bilbao tomando la ciudad; el presidente vasco José Antonio Aguirre –al que se llamó «Napoleonchu», antecesor de Albares en el mote– huyó a Cataluña; Juan Ajuriaguerra pactó en Santoña la rendición de las tropas vascas a los voluntarios italianos del general Roatta, acuerdo desautorizado por Franco. Tras su ocupación por la Gestapo durante la invasión de Francia, el fantasmal Gobierno vasco en el exilio mantuvo la propiedad del palacete. En 1951 un Gobierno socialista francés lo entregó a España, y en 1954 el socialista Miterrand, ministro del Interior, cerró Radio Euzkadi. Relaciones rotas. Un Tribunal de París confirmó al Estado español la propiedad del edificio. Dio carpetazo a una reliquia. Ahora Sánchez beneficia con el palacete, en su «coalición progresista», al derechista PNV con una historia xenófoba y antifeminista detrás. Solo por mantener su agonía política.

¿Por qué el PP votará favorablemente este nuevo decreto? Para no hacer el juego al sanchismo que buscaba su voto negativo a un decretazo con su aprobación asegurada. La abstención era una posición escapista y cobarde. ¿Abstenerse ante las pensiones o el transporte público? Y votando en contra, sin los anteriores apoyos, el PP no podría explicar oponerse a la subida de pensiones y a las ayudas al transporte público. Al ciudadano le importa un comino el palacete, incluso medidas de mayor calado; le preocupan sus pensiones y el precio de su movilidad, que afectan a una amplia población. Escribí alguna vez que el español vota y reacciona ante la política por emociones y, a veces, con el estómago.

La reflexión desde el realismo no es una atribución generalizada y muchos no lo entenderán, como me ocurrió a mí. Pero hay que conservar frío el análisis. Probablemente, la decisión del PP dará votos a Vox, y más cuando el relato voxiano se basa en identificar interesadamente al PP con el PSOE. ¿Cómo explicará Abascal no apoyar la subida de pensiones y los beneficios en el transporte público en un decreto que se aprobará sí o sí? ¿Se escapará absteniéndose? ¿Se entendería? Creo honestamente que no. Es cierto que Vox sube en las encuestas, pero el PP también. Si Vox no hubiese perdido 19 escaños en las últimas generales, en las que el PP subió 48, ahora estarían gobernando. Nadie debe confiarse. España, históricamente, desconfía de posturas radicales. O se recogen votos a la izquierda y a la derecha, o Sánchez se eternizará en su colchón.

Mientras, Sánchez pretende que ignoremos que no gobierna él, sino Puigdemont. Que el Consejo de Ministros se suspenda y espere horas, el visto bueno de Waterloo es una vergüenza y una vil traición. Entre tantas. Sánchez enterrará al PSOE, como ocurrió con varios socialismos europeos, y los suyos le dejan hacer y, sobre todo, deshacer.