Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Hay palabras que tienen gancho y que se incrustan en la memoria colectiva

De acuerdo, el regalo de Sánchez al PNV del palacete de la Avenue Marceau emplaza por sí mismo a la oposición a una denuncia por prevaricación y malversación de bienes públicos. Un presidente no puede disponer a su antojo del patrimonio nacional, que es de todos los españoles, para tener un detallito con solo algunos de ellos. Si a esa audacia creativa de Sánchez se suma el hecho de que depende de los turbios destinatarios del regalo para seguir ocupando La Moncloa, el acto adquiere tintes más fulleros y rocambolescos. Aquí ya estamos ante una mutua transacción entre ‘okupas’ políticos que llega al recochineo: los españoles tendremos que pagar al PNV religiosamente el alquiler del inmueble ‘okupado’ para que este siga albergando la sede del Instituto Cervantes.

Hay quien, denunciando la rapiña peneuvista, afirma que «el palacete debería haber sido transferido por el Estado español al Gobierno vasco» como si este último no fuera también español y parte del Estado. Uno está de acuerdo con ese posicionamiento, pero no con el léxico que se usa para formularlo y que conlleva una concesión retórica al nacionalismo. No es el Estado español sino el Gobierno central, en nombre del Estado, el que debería haber entregado la titularidad del inmueble al Gobierno de Vitoria, que es tanto como decir a una parte de sí mismo. La matización me parece importante porque en política las batallas se empiezan a perder por el lenguaje.

No. No resulta extraño que el PNV piense que el palacete es suyo teniendo en cuenta que también piensa que es suyo el Gobierno vasco en el que los socialistas serían unos huéspedes precarios, una especie de ‘okupas’ bien avenidos con el propietario, pese a que necesite dramáticamente de ellos para seguir manteniendo la ficción de su hegemonía electoral. Este sentido patrimonial es inherente al partido de Arana, pese a que nunca ha obtenido una mayoría absoluta, y es uno de los mitos pendientes de desmontar para que esta región de España alcance su plena normalidad social y política.

Sí. La ‘okupación’ del palacete por el PNV es una metáfora y una consecuencia de una convicción anterior: se creen los dueños no ya solo de Lakua y Ajuria Enea sino del propio País Vasco. Volvemos al lenguaje. Hay palabras que tienen gancho de por sí y que, por su fonética, se incrustan en la memoria colectiva. El fraude de las ‘tarjetas black’ no pasó de los 12 millones de euros mientras que el de los ERE llegó a los 152 millones, pero la sonoridad prosódica del término ‘black’ hizo que este se nos pegara a la boca como una lapa. A la palabra ‘palacete’ le pasa otro tanto. Es, si cabe, aún más pegadiza. Yo lo siento por el PNV, por Sánchez y por Feijóo, pero ese dichoso palacete de París les va a perseguir toda la vida.