Iñaki Ezkerra-El Correo
- ¿Que no sirve de nada estar en la UE? Para poner pegas a nuestras empresas de piensos
Leo antes de dormirme el titular de una web que reza: «La granja de insectos de Salamanca en el punto de mira de los animalistas». Y experimento una gran paz interior. Ya puedo dormir tranquilo: en el mundo, hay gente que lucha por los derechos civiles de los artrópodos y que no está dispuesta a permitir que estos sufran por la explotación sin escrúpulos de los humanos. Aunque la comunidad científica se halla dividida con respecto a este crucial asunto, cada vez cobra más peso en sus filas la certeza de que los insectos sienten dolor. Los animalistas lo dan por hecho. No tienen dudas. Para eso están los animalistas: para aclararnos todo aquello que la ciencia, con su proverbial torpeza, no ha sido capaz todavía de dilucidar.
La empresa salmantina planea una producción anual de 10.000 toneladas del llamado gusano de la harina, que han de ser destinadas a la fabricación de pienso, pero Eurogroup for Animals, el grupo con más influencia dentro de la Unión Europea, ya está preocupado por el bienestar de dicho gusano. ¡Para que luego digan que no nos sirve de nada estar en la UE! ¿Cómo que no nos sirve de nada? Nos sirve para poner pegas a nuestras empresas de piensos y de lo que haga falta. Nos sirve para poner masivamente el punto de mira en esa empresa salmantina y para montarle manifestaciones al grito pancartero de ‘Gusanos y humanos somos hermanos’; unos buenos pifostios que saboteen semejante crimen de lesa animalidad. Nos sirve para sabotear los desalmados planes capitalistas de ese negocio, llevarlo al Tribunal de La Haya y lograr, con su cierre, aumentar los índices del paro nacional.
La verdad es que uno iría mucho más lejos que Eurogroup for Animals. A uno, por ejemplo, le abruma la mera sospecha de que sientan dolor no ya los insectos sino los virus y las bacterias. La vacunación contra el covid habría constituido, de este modo, un verdadero holocausto vírico a manos de las viles farmacéuticas y con el infame beneplácito de la OMS.
Desde la empresa salmantina enfilada por Eurogroup se aduce como defensa que el fertilizante orgánico cumple estrictamente las leyes votadas por el Parlamento Europeo, que restringen los fertilizantes químicos. Se alega que los insectos no emiten metano ni amoniaco ni otros compuestos químicos que podrían hacer crecer el agujero de la capa de ozono y agravar el cambio climático. Se promete que la nueva planta se alimentará de fuentes renovables así como que triplicará el uso de paneles solares. ¡Excusas y más excusas! El caso de esta guerra sin cuartel contra el insecticidio de Salamanca demuestra hasta dónde puede llegar la inteligencia humana. Quizá debería haber psicólogos para moscas… ¡Y luego hay quien tiene miedo a la inteligencia artificial!