- El fervor y empeño que los Bolaños, Lopeces o Alegrías ponen al servicio de la Familia Sánchez y del hermanísimo , acusando de prevaricadores a los jueces que les investigan, además de indecente demuestra la deriva populista y autocrática de España
Dejó dicho Tarradellas que en política se puede hacer todo menos el ridículo y en el ridículo más vergonzoso incurre el corifeo ministerial cada vez que sale a toque de corneta a defender a «La Familia» de Pedro Sánchez, ya sea Begoña o David. Con entusiasmo de conversos, Pilar Alegría, Óscar López y Félix Bolaños ,(¡qué buenos « soldados» habrían sido al servicio de los Corleone o los Gambino!), han puesto dedicación, entrega y énfasis en justificar la renuncia de David Sánchez a su «chollo» laboral, magníficamente remunerado en la diputación pacense, tirando de la consigna monclovita, convertida ya en un clásico, de culpar sobre su adversidad judicial a «la maléfica ultraderecha y a su máquina del fango devenida en jauría que acosa a políticos progresistas y sus familias». Ridículo y patético, aunque supongo que creerán que ese mantra todavía les funciona.
La última vez que Sánchez exigió que le pidiéramos perdón a «su» fiscal por no encontrarse nada incriminatorio en su teléfono, conveniente e intencionadamente limpiado en una evidente destrucción de pruebas, la investigación judicial le acercó inexorablemente al banquillo en el que acabará juzgado. Bolaños, probablemente el único ministro de Justicia del mundo que ataca a los jueces, abraza excrecencias políticas como el lawfare y embiste contra el Estado de derecho, ha seguido los pasos de su jefe y exigido a los «palmeros de la supuesta jauría ultraderechista que acosa a David Sánchez que le pida perdón cuanto antes». Desconocíamos que la eficaz juez pacense que instruye la causa del hermanísimo estuviera actuando al servicio de estrategias políticas innobles, predeterminadas por organizaciones ultraderechistas cuando, casual y paradójicamente, en esta que nos ocupa, fue Podemos y su portavoz en Extremadura quien puso la primera piedra del escándalo denunciando la cacicada que suponía el enchufe de David.
El fervor y empeño que los Bolaños, Lopeces o Alegrías ponen al servicio de la Familia Sánchez y del hermanísimo , acusando de prevaricadores a los jueces que les investigan, además de indecente demuestra la deriva populista y autocrática de España. Acusación que, en el caso de David Sánchez, desmontan las pruebas y evidencias, no conjeturas, sobre un puesto de trabajo innecesario, creado «ad hoc» para David Sánchez, tal y cómo se confeccionan los trajes a medida. Fue el propio hermanísimo quien se encargó de reforzar y corroborar esos indicios en su contra, al darle la razón a la juez Biedma, durante su torpe declaración auto inculpatoria, en la que no supo responder donde se ubica su despacho como director de la Oficina de Artes Escénicas, ni cuál es la función de la citada oficina o quiénes son sus subordinados, entre otras muchas preguntas no respondidas entre balbuceos y dudas. Esa declaración se convierte desde ya en paradigma de cómo un investigado puede «suicidarse» ante su señoría sin necesidad de que ésta le apriete con cuestiones incómodas. Es por esto por lo que se persigue a David y no por ser hermano de un presidente progresista como afirma la ministra portavoz, antes «progre» que sencilla, arquetipo del impudor, el descaro y el cinismo elevado al cubo, en su función de vocera del «sanchismo» tras los Consejos de Ministros.
Begoña , David y «su» fiscal, van «palante» de forma inexorable y acabarán sentados ante un tribunal juzgador por más que Sánchez, el corifeo ministerial y sus medios afectos intenten confundir a la opinión pública con manipulaciones e impostadas tramas ultras, mullidoras de causas en manos de hipotéticos jueces politizados.
Y serán estos, los jueces, quienes tengan la última palabra y no los fieles «sanchistas» que se esfuerzan en hacer méritos para agradar al jefe sin importarles caer en lo grotesco que supone tomar por idiotas a los ciudadanos, insultando su inteligencia, cada vez que apelan a la máquina del fango y a la jauría ultra para justificar y exculpar sus desmanes.
Borges decía de los peronistas que no eran ni buenos, ni malos, sino incorregibles. Los «sanchistas» además de incorregibles son definitivamente nocivos para la democracia, el Estado de derecho y la convivencia.